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Historia de un amor turbio

XXV Apenas a la tarde siguiente se calmó Rohan. Pero entonces dióse cuenta de lo duro que había estado con Eglé. Cada noche de visita había sido un repetido tormento para ella, y no por algo ajeno á la integridad de su mutuo amor, sino siempre, siempre tomando por blanco de bajas dudas la honradez de su novia. Vió claro lo mucho que debía de haber sufrido Eglé con un carácter como el suyo.

«Nada me hubiera costado contenerme—se decía con elemental ilogismo—ó por lo menos ya que me enlodaba yo con eso, no arrastrarla por la fuerza á que viera conmigo todo lo que es posible pensar de una novia cuando se tiene celos y se es un bruto como yo." Llegaba la reacción. Además, la maldita —T