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Historia de un amor turbio
al cuello. Rohan la contuvo y dió unos pasos.
—Sabes lo que es curioso? Esto: que la menor caricia mía tiene el hermoso dón de hacerte acordar del otro!
—Oh, no! Te juro que no!—le echó los brazos consternada.
—Como sea ! Es de lo más encantador para un novio!
Acelerábase cada vez más su respiración, exclusivamente nasal. Sintió que Eglé se acercaba despacio y le cogía la mano.
—No!—le dijo, sujetándole la muñeca basta por hoy!
Todo el tormento infamante había vuelto y en diez segundos se halló en tal estado que comprendió le sería imposible quedarse un momento más.
—Me voy—se volvió á ella.—Quieres traerme el sombrero? Diles que pierdo el tren.
Caminaron hacia la verja, sin hablar, y Eglé le devolvía muerta su rápido beso,