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Historia de un amor turbio

XXIV El jueves siguiente Rohan salió á las cuatro del Ministerio y fué á Constitución. Considerando su ansia de estar con ella, sonreíase al suponer la dicha de Eglé viéndolo llegar así, todo amor y sana paz, ella que vivía pensando angustiada en los ojos que tendría Rohan al llegar, pues ellos le daban en seguida la norma de su estado. En efecto, halló la inquietud prevista; y aún más, notó cambiada á Eglé: la boca sin gracia, el labio superior amarillento, y las pestañas de sus ojos azules agrupadas desigualmente, como cuando no hace mucho rato se ha llorado.

—Mi amor!... Has estado Ilorando?

Eglé, con una débil sonrisa de dicha recuperada, pero que nos ha dejado la fatiga del sufrimiento anterior, se recostó á él.