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Historia de un amor turbio

—Sentémonos, quieres? Estoy cansado.

Fueron. Rohan se sentó primero sin suspender sus besos, y al hacerlo Egié la atrajo suavemente á sí. Eglé resistió oprimiendo su boca á la de él y cayó en el banco á su lado. Rohan, el alma y la voz turbadas, insistió:

—Sí, mi alma, si...

—No.... no.... —gimió ella.

Los leones, que Rohan no había podido dominar, enmudecieron de golpe. Ella sintió el cambio y redobló sus besos con muda congoja. Pero él se levantó, abotonándose el saco.

—Es inútil ya le dijo con voz seca.

Estoy muerto.

135 1 Ella quedó fría.

—Qué tienes!

murmuró.

—Nada, vamos adentro. Me voy, Eglė se levantó muda y marchó á su lado.

Después de diez pasos lo detuvo de la mano,