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Olavide fué preso en Sevilla en 1776, y despues traido á Madrid. El proceso duró dos años, y fueron examinados en él setenta y dos testigos. El inquisidor general, Beltran, mandó que el autillo para su castigo y absolución se celebrase á puerta cerrada, pero en cambio se obligó á que asistieran á el sesenta personas de lo más ilustre de la corte, y aun algunos dignatarios eclesiásticos.

Llorente nos dejo noticia de uno de ellos, que fué D. Felipe de Samaniego, arcediano de Pamplona y caballero de la Orden de Santiago. Este se asustó en tales términos en el autillo de Olavide, que se denunció espontáneamente al Santo Oficio, presentando después una retractacion escrita de su puño y letra, manifestando que se habia empapado en la lectura de Voltaire, Mirabeau, Rousseau, Hobbes, Espinosa, Bayle, d'Alembert y otros enciclopedistas, cuyas obras entregó. Exigiósele que declarase las personas con quienes habia comunicado estas doctrinas y las aceptaban, y el arcediano escribió otra relacion muy extensa, que comprometia a los más principales señores de la córte, y entre ellos al conde de Aranda, al general Ricardos, al conde de Truillas, al general D. Jaime Mazones, de Lima, al conde de Montalbo, al hermano del duque de Sotomayor, al duque de Almodóvar y á los condes de Campomanes, Floridablanca , O'Reilly, Ricla, Lacy y otros vários personajes.

Algunos de ellos ya habian sido denunciados antes al Santo Oficio, y con razón, como enemigos del Catolicismo, impíos y completamente incrédulos. Entre ellos cita el mismo Llorente (1) al duque de Almodóvar, autor de la Historia de los establecimientos de los europeos en Ultramar, traduccion del libro de Raynal, bajo el seudónimo de don Eduardo Malo de Luque (anagrama de su título), Aranda, acusado de incrédulo, como el anterior; Azara, de lo mismo; Jovellanos, Roda y Urquijo, de jansenistas, y Floridablanca como enemigo de la Religion y de la Iglesia.

En la mayor parte de estos procesos fue preciso sobreseer, por no resultar suficientes pruebas, segun dice Llorente; ó quizá más bien porque la Inquisicion no se atrevia ya á proceder, y temia las iras de la córte y del Consejo, si tocaba á personas de las que estaban en candelero. Además, se le habia prohibido á la Inquisicion desde 1768 entender en causas que no fuesen precisamente de herejía y apostasía, sin que las reclamaciones del Santo Oficio para extender su jurisdiccion á otros delitos fuesen atendidas. De aquí el que no alcanzase su accion á la francmasonería, pues

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(1) Véase el cap. XXVI, art. 3.° y último del tomo II de su Historia crítica de la Inquisición.