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dominios.» Concluyen los estatutos de esta sociedad secreta con cláusula siguiente: «Y así establecidas nuestras ordenanzas lo que hemos de pedir se establezca: que sea la cabeza del marqués de Esquilace, y, si hubiere cooperado, la del marqués de Grimaldi. Y así lo juramos ejecutar, fecha en Madrid, á 12 de Marzo de 1766 (1).»

Por mi parte, no creo se formasen tales estatutos, pues ni les Jesuitas ni los masones eran tan tontos que se pusieran á escribir las muchas sandeces que aquel documento contiene. Creo más bien que alguno de los fautores del motin lo redactó á su placer, para acumularselo á los Jesuitas, si es que no lo inventó el mismo autor de la narracion, que parece muy partidario del motín y poco amigo de éstos.

De mal español acusa al duque de Arcos, porque aconsejó se le permitiera cargar con su escuadrón de Guardias á los pocos y mal armados rebeldes, que comprometian el órden público, á lo cual se opuso el marqués de Sarriá, de quien sospecho algo por ese motivo. La Guardia española que mandaba éste, hizo una accion infame y cobardemente indigna de militares pundonorosos; pues habiéndose refugiado en un puesto suyo uno de los guardias Walonas, que habían hecho fuego, cometió la bajeza de entregarlo á los paisanos, que á su presencia lo mataron á palos y á pedradas. Dice el anónimo que las cuadrillas de amotinados no robaron nada, pero que entraban en las tabernas, aguardenterías, bodegones y panaderías comían y bebian sin pagar, y los dueños tenian que callar y franquearlo; pero no se quedaron sin satisfacer, pues de allí á pocos días andaban diferentes sujetos por dichas casas, con gran silencio y a deshoras, sin saberse quién eran, averiguando lo que habian hecho de gasto, y los daños y perjuicios bajo su conciencia, y luego satisfacían sin dilación su importe.»

Añade luego que á la gente que estuvo acordonada y en actitud hostil contra el Rey hasta que volvió el calesero Bernardo, digno plenipotenciario de aquella turba, «no les faltó que comer, ni que beber en abundancia, sin haberse averiguado quien proveia para ello, por lo que se sospechó que el fundamento del motin fué por sujetos de clase.»

¿Cómo el conde da Aranda, escogido y nombrado por el Rey para pacificador de Madrid, no procuró averiguar quiénes eran esos sujetos de clase, es decir, personas de alta posición social, que pagaban los gastos de aquella función, siendo lo que llaman nuestros modernos revolucionarios la mano oculta?

Pero, antes de entrar en comentarios, oigamos á otro

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(I) Véase el Apéndice mum. 1.