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masones como padrastro, más que como padre, ocurrió en una lógia nacional una desgracia, que no era la primera, ni fué la ultima. Al recibir en una lógia á una señora, perteneciente á una familia distinguida, hicieron los masones tan á lo vivo sus fantasmagóricas majaderías, que la pobre mujer, mal preparada, y tomándolo por lo sério, se tragó la muerte, como suele decirse; dióle un accidente, hubo que llevarla á su casa, donde enfermó gravemente, y murió poco despues. Este suceso es indudable (1). Los disidentes y Tanucci se aprovecharon de él para combatir la masonería nacional, no por suprimirla, sino por despique y á fin de abatir la influencia que tenía en palacio. El resultado fué magnífico, pues enfadado Fernando IV, y excitado por Tanucci, reprodujo en 1775 la ley de Carlos III en 1751 prohibiendo la francmasonería. Findel atribuye este golpe á Tanucci (2), y parece indudable que lo preparó y lo explotó, pues se formaron algunas causas criminales; pero, como sucede en esos casos, y entre buenos hermanos, los encausados salieron absueltos, sin más pena que el susto, en castigo de su imprudencia. El mismo Oriente ó Gran Lógia nacional se lamentó de este suceso en circular dada el 6 de Diciembre de 1776, en que decia Lenning, que «esta medida fatal había sido provocada, no por alguno do nuestros hermanos, sino tan sólo por la conducta imprudente y escandalosa de esos infelices cismáticos, que, extraviados por las intrigas del duque de la Rocca y d el príncipe de Otaiano, se empeñan en trabajar obstinadamente segun el estatuto inglés.»

Pero como esto era muy duro de confesar, y no convenia propalar mucho estas riñas domésticas, se inventó un cuento ridículo echando la culpa al fanatismo religioso. Al efecto, no habiéndose licuado á su tiempo la sangre de San Genaro, el dia de su fiesta, salieron una porcion de mujeres pagadas; gritando por la calle que la francmasonería tenía la culpa de que el Santo no hubiese hecho el milagro á tiempo, como en otros años.

Añádese que un tal G. Pallante, profesor de lenguas, francmason vendido á Tanucci, invitó á varios á un convite, que daba un supuesto príncipe polaco, para conocer á los venerables hermanos de Nápoles. A lo mejor de la fiesta los cogió la policía, y los puso presos. Pero la buena reina Carolina, habiendo obtenido para entónces permiso de despedir á Tanucci, dió libertad a los masones presos. Esto le valió á la Reina grandes elogios. ____________

(1) La Civilta Cattolica cita á este propósito la curiosa obra de Thory, titulada Acta Latomorun, tomo I, pág. 117 y el tomo III de L'Encyclopedie. Tambien habla de ello el francmason Clavel, véase la pág. 264 de la traducción española.

(2) Tomo I, pág. 428 de la Historia de la francmasonería. Clavel, pág. 284, explica en el mismo sentido aquellas persecuciones, atribuyéndolas á Tanucci, y refiriendo otras intriguillas en este concepto.