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ni á la gran protectora de ellos la reina Carolina, depender de Inglaterra; y así es que desde 1764 proyectaron una masonería nacional, á fin de sacudir semejante tutela. Anduvieron en estos tratos el príncipe de Caramanico, Gran Maestre y virey de Sicilia, y el príncipe de Caracciolo, venerable francmasón y ministro de Estado ó de Relaciones exteriores, ambos favoritos de la Reina y sus consejeros íntimos. Por fin, el príncipe de Caramanico convirtió la Gran Lógia provincial de Nápoles, dependiente de Inglaterra, en Lógia nacional napolitana independiente, de la cual se declaró Gran Maestre en 1767. Esta fecha es memorable por la expulsion de los Jesuitas, y á la verdad que será bastante corto de vista quien no alcance á divisar en aquella medida la mano de la francmasonería, tanto en Madrid como en Nápoles y otros puntos, y hasta entre los degenerados caballeros de Malta, afiliados muchos de ellos en esa secta.

No le gustó mucho á Tanucci esta trastormacion de la francmasonería napolitana, y por otra parte los francmasones ingleses no se avenian tampoco á mirar á los napolitanos como independientes, pues les tenía más cuenta que dependieran del Gran Oriente de Lóndres. Los diplomáticos ingleses del siglo pasado, y áun los del presente, no solamente eran francmasones y suelen serlo, sino que se prestaban á ser dóciles instrumentos del Gran Oriente de Inglaterra. De ese modo ejercian influencia entre la aristocracia de los países cerca de los cuales estaban acreditados: tenian con ella servidores buenos y baratos, medios de adquirir noticias y propalar rumores calumniosos, y aun de influir en la marcha de los acontecimientos políticos. Así se explica el ascendiente de Keene en Madrid sobre Wall y su pandilla de nobles y golillas contra Ensenada, buen católico, Amigo do Francia y enemigo de Inglaterra, y los medios inicuos con que se abusó de la confianza del Rey, falsificando cartas que se atribuian á los Jesuitas y se suponían interceptadas. ¿Cómo habian, pues, de consentir los diplomáticos ingleses que la francmasonería italiana se les escapara de entre las manos, que la aristocracia se pusiera en desacuerdo con ellos, en vez de servirles dócilmente, y que de ese modo la reina Carolina se emancipara algun tanto ,de su oficiosa tutela? Y por otra parte, Tanucci, ¡el gran Tanucci! tampoco llevaba en paciencia aquellos conatos de la reina Carolina, aspirante por ese medio á mandar absolutamente, cosa desagradable para su ministro y sábio Mentor, que había cogido apego al despotismo ilustrado, durante los largos anos que lo ejercitó en Nápoles. Principiaron, pues, las grandes luchas entre la francmasonería nacional y la inglesa, ó sea los llamados dissidenti.

Por arte del diabló, que á veces sé porta con los franc

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