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cesa, á quien, sirviendo en un pueblecito español cerca de la raya de Francia, su ama habia iniciado en aquellos misterios, y llevado varias veces al aquelarre, que se celebraba en un prado cerca de Zugarramurdi. De vuelta á su casa, enfermó la francesa y se confesó en Bayona, donde fué absuelta por el Obispo. Recobrada la salud, volvió á Zugarramurdi, donde echó en cara á una tal María Jurreteguía, que era bruja y que ella misma la habia visto en el aquelarre. Supolo el marido, nególo ella, pero careada con la francesa hubo de confesar su crimen y se presentó á la Inquisicion de Logroño, donde reveló la existencia de aquella sociedad de brujos. Estos se vengaron, causándole graves daños en sus intereses y persiguiéndola en su persona, así que vieron que dejaba de asistir á las reuniones. La Inquisicion prendió á veintiocho de aquellos sectarios, entre hombres y mujeres. De los veintinueve (inclusa la Jurreteguía), diez y ocho fueron reconciliados con la Iglesia, y once relajados y quemados, y veintiuno condenados á varias penitencias: pasó esto en Octubre de 1610.

La principal de estas hechiceras se llamaba María de Zuzaya y fué ahorcada y despues quemada, pues se le probaron y confesó ella misma grandes y horrorosos crímenes. Miguel de Goiburu, que era uno de los principales brujos de Zugarramurdi dijo que habia asistido á una reunion de más de quinientos brujos, que hubo en un pueblo de Francia, cerca de la frontera, en union de otra de Zugarramurdi, llamada Estefanía de Tellechea.

Mas no era solamente en Vizcaya donde esto ocurria. Por el mismo tiempo (1618-1620) hubo en Urgel grandes pedriscos, y los labradores se empeñaron en que aquello era cosa del diablo y de las brujas. Formaron procesos el Veguer de Llusanés y el Abad de Ripoll y fueron ahorcadas una porcion de viejas, á quienes á fuerza de los más brutales tormentos se les obligó á confesar que tenían trato con el diablo; y que éste las habia marcado en el hombro con su uña. Horroriza el leer los tormentos con que se arrancaban aquellas confesiones, y no por la Inquisicion. Algunas de las acusadas confesaron liviandades por el estilo de las que cometia el diablo con las vascongadas (1). En el siglo XVII le daba por hacer el galana con las brujas : ahora hace de barba con los espiritistas.

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(1) El expediente origínal lo posee mi amigo D. Ramos Vinader, y de él he formado un largo y curioso extracto.