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Poco efecto haria el sospechoso y mal intencionado pasaje de Valera si no lo confirmasen, por desgracia, los hechos ya aducidos de los muchos que en Sevilla se hicieron protestantes, buscando así en la pretendida Reforma la satisfaccion de su desenfrenada sensualidad, y Valera, al pretender afrentar así al Catolicismo, afrentaba su secta, que recogia á toda esa hez del clero secular y regular. Por tanto, no es de extrañar que de Sevilla pasase á Extremadura algo del contagio de los alumbrados.

En 1627 reaparece en Sevilla nuevamente aquella secta, si ,es que había sido extirpada. Ortiz de Zúñiga, en sus Anales, dice á este propósito: «Avíase descubierto por estos tiempos en Sevilla una oculta semilla de engaño, de tal modo arraigada, que pudo brotar especies de herejía más perniciosa: era esta de alumbrados, hombres y mujeres, que con capa de virtud ejercian muchos vicios, de que los sujetos principales fueron el maestro Juan de Villalpando, sacerdote, natural de Garachico, enla isla de Tenerite, y Catalina de Jesus, beata carmelita... A estos y otros muchos compañeros y discípulos prendió el santo Tribunal de la Inquisicion, y fueron penitenciados en auto particular.»

La herejía del clérigo español, Molinos, condenado en Roma por Inocencio XI en 1687, era la reaparición de la secta de los alumbrados, pretendiendo encubrir groseramente los excesos de la sensualidal con una devocion hipócrita. y una mística sublime en la apariencia, y lasciva en la esencia. Era la resurreccion del priscilianismo en su fondo. Todavía se vio algo de esto en la ruidosa causa de un convento de Corella á mediados del siglo XVII.

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Secta de los brujos.

No es el siglo XIX el mas a propósito para creer en brujas, siendo como es un siglo de negaciones. Sin embargo,los espiritistas nos van acostumbrando á toda clase de supersticiosos, delirios y ridiculeces en esta materia, con sus evocaciones de muertos y relaciones con el diablo.

Habla de esta secta Llorente, en el tomo III de su Historia crítica de la Inquisicion, cap. XXXVII, art. 2.°,llamándola asimismo secta de los brujos. Por ridícula y fanática que ésta sea, no parece posible negar su existencia. ¿Querrán acaso nuestros descendientes creer que en 1870 había en Madrid personajes públicos diputados, senadores