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bon de Valera acreditó en esto, como en otras cosas, que era tan crédulo para las patrañas como incrédulo para la verdad. ¿Y qué necesidad tenían los inquisidores de matarle en secreto, cuando tenían el medio expedito y más usual de quemarle en público? Se necesita ser muy tonto para inventar esto, y más para creerlo.

Por lo que hace á los libros protestantes, conviene saber los medios astutos con que se introducían en España, y sobre todo en Sevilla. Un doctor de aquella ciudad, llamado Juan Perez de Pineda, director del colegio de niños llamado la Doctrina (¡excelente rector y excelente doctrina!) sé hizo protestante y tuvo que huir en 1555, con otras seis personas, entre hombres y mujeres. Escribió un catecismo titulado Sumario de la doctrina cristiana, que aparece impreso en Venecia en 1557. Cipriano de Valera, que tradujo tambien el Nuevo Testamento por aquel mismo tiempo, dice «El doctor Juan Perez, de pía memoria, año de 1556 imprimió el Testamento Nuevo, y un Julian Hernandez, movido por el celo de hacer bien á su nacion, llevó muy muchos destos Testamentos y los distribuyó en Sevilla, año de 1557.

Hernandez, natural de Villaverde, en tierra de Campos, habiendo ido á Alemania de niño, se hizo protestante. Era chiquitín, por cuyo motivo le llamaban los españoles Julianillo, y los franceses Julian le Petit, y aparentaba ser arriero. Dícese que trajo á Sevilla dos toneles de doble fondo, construidos de modo que el interior venia lleno de libros. No serian muchos por cierto, teniendo en cuenta que los toneles habían de ser porteados á lomo. Los libros que llevó á Sevilla fueron depositados en el convento de San Isidro, cuyos monjes eran casi todos herejes.

Este monasterio fué fundado en 1301 por D. Alonso Perez de Guzman y doña Maria Coronel quelo poblaron de monjes cisterciences;pero éstos se relajaron de tal modo, y se hicieron tan viciosos y sensuales, que ciento treinta años despues hubo que echarlos de allí. Más adelante se pobló de monjes jerónimos; pero á mediados del siglo XVI eran ya, por lo visto, tan relajados y malos como los otros.

Cipriano de Valera dice de ellos: "En 1557 el negocio de la verdadera religion iba tan adelante y tan a la descubierta en el monasterio de San Isidro uno, de los más célebres y de los más ricos de Sevilla, que doce frailes no pudiendo estar más allí en buena conciencia(1), se salieron, unos por una parte, y otros por otra, y corriendo grandes trances y peligros, de que los sacó Dios, se vinieron tambien á Ginebra. Entre ellos se contaba al prior, vicario y procurador de

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(1) Si las luteranas estaban adelantadas en su embarazo, les remordería a los reverendos la conciencia.