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res de esta escuela hacen su elogio en tal concepto. Pero, aun cuando la familia de Braganza estaba en gran parte dominada por la francmasoneria, no hay prueba ni motivo fundado para suponer afiliada en ésta á la segunda mujer de Fernando VII, que, por el contrario, dió pruebas de ser muy realista. Si á la vez se tienen en cuenta los principios, que constantemente sostuvieron las dos esposas de D.Cárlos, hermanas de aquella Reina, se comprenderá más aún la ligereza con que algunos escritores han calificado de liberal á doña Isabel de Braganza.

Acerca de la piadosa Reina Amalia, seria ridículo hablar en este sentido, pues siempre se mostró tan católica como realista. Desgracia fué para ella y para España que le cupiese en suerte un esposo de ideas y costumbres tan contrarias á las suyas y verdad es que tampoco tenía las dotes de doña María de Molina, la mujer de Sancho el Bravo, y doña María de Aragon, la varonil esposa del sensual Alonso V.

Con otra alemana trató de casar á Fernando VII el partido entonces influyente en Madrid; pero la gráfica frase del amanolado Monarca ¡no más rosarios! indicó bastante sus aspiraciones en sentido opuesto; y, con sorpresa de la corte y no poca indignacion del partido realista y de la camarilla femenina, se supo que la elegida para encender la cuarta antorcha á Himeneo era la napolitana doña María Cristina de Borbon , hermana menor de la mujer de don Francisco, y partidaria de sus ideas políticas. El bando liberal previó su triunfo por medio de los manejos cortesanos , ya que la experiencia acreditaba la insuficiencia de las tentativas hechas por los emigrados. Pactase públicamente que la Reina Cristina habia bordado una bandera para los insurgentes italianos. Es lo cierto que el partido liberal pudo desde luego contar y de hecho contó con ella.

Los realistas avanzaron más respecto á este punto, pues, si no por escrito, al menos de palabra, siempre la han acusado de afiliada en las sociedades secretas, lo mismo que á su hermana. La mala fama , ya indudable que, desde el siglo pasado, tenia en este concepto la familia real de Nápoles, las íntimas y tambien indudables relaciones de la mujer de D. Francisco con los enemigos de Fernando VII y del trono , la indigna conducta del príncipe de Siracusa, hermano de la Reina Cristina , y conocido como francmason, atacando traidoramente los legítimos derechos de su sobrino Fernando II , Rey de Nápoles , garibaldizándose grotescamente para dar al trono de las Dos-Sicilias la coz del asno, y mereciendo los honores fúnebres á las sociedades secretas de Italia, prueban que aquellas suposiciones no carecian de algun colorido de verdad: por mi parte, atendido el fervor católico de que ha dado pruebas incontesta-