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Puerto de Santa María (1), las escenas de la Granja durante la enfermedad de Fernando VII, y otras várias ya narradas por los historiadores contemporáneos y los biógrafos de Fernando VII, nada de esto le causará extrañeza.

La primera mujer de Fernando VII era napolitana: bella, ladina e insinuante, logró dominar completamente á su joven esposo, haciéndolo espia del gobierno español, como ella lo era, y dócil, del gobierno inglés, Sospéchase que vino de Nápoles contagiada por los errores masónicos de la Reina Carolina, y quizá esto contribuyera al infame papel que desempeñó en Madrid, y del que la acusan las memorias napoleónicas y las de Godoy. Su fallecimiento fué misterioso, y pocos le creyeron natural : entre las várias versiones, más o menos anecdóticas, que he leido y oído acerca de él, la más vulgar es la que atribuye su prematuro fin á la picadura de un escorpion introducido en su lecho por aleve mano, para darle la muerte de Cleopatra.

La segunda mujer de Fernando VII, doña Isabel de Braganza, vino del Brasil, juntamente con la esposa de D. Carlos, su hermano. Hizose esta boda ocultamente, gestionando para ella Lardizábal, ministro de Indias, Vigodet, conocido por liberal, y como subalternos mediadores Calomarde y el P. Cirilo, confesor de las princesas , y que en concepto de tal, regresó á España. Nada supo de ella Ceballos, á la sazon ministro de Estado , que proyectaba traer de Rusia unas Princesas que le ofrecía Tatischeff , con la misma galantería que los barcos viejos y deshechos de su marina militar. Grande fué la ira del ministro al saber las bodas brasileñas por conducto de los periódicos de los Estados-Unidos, pues, habiendo los insurgentes apresado un buque español con la correspondencia de Rio-Janeiro , hicieron á la corte de España la burla de publicarla en los periódicos norte-americanos , para que supiera la boda toda Europa antes que España (2). El ministro de Estado explotó hábilmente esta circunstancia contra los que la habian concertado sin saberlo él, logró echarlos desterrados de la corte, y recogió las adehalas del casamiento, que estuvo en poco impidiera.

La prematura muerte de doña Isabel fué sentida por los liberales, pues pasaba por afecta á ellos, y varios escrito-

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(1) La Reina Amalia y la mujer de D. Cárlos salieron de Cádiz vestidas modestamente, y lo mismo la mujer de D. Francisco. Mas aquellas, al saltar á tierra, se quitaron los vestidos exteriores, apareciendo debajo de ellos sus lujosos arreos de corte. La mujer de D. Francisco se dio, con razon, por sentida de aquel impertinente desaire, que jamás olvidó. Esto prueba que, ya en 1823, las otras dos desconfiaban de ella, y no sin razón.

(2) Vease acerca de estas bodas y sus peripecias un articulo que publiqué en la Revista de Madrid, tercera serie, torno V, pág. 204, escrito á vista de la correspondencia autógrafa, que conservaba Calomarde, y quizá sacada por él del ministerio de Estado.