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»Una vez que ya se habia hecho dudar al duque de Villahermosa, se encontró ocasion de presentarle al Venerable de la lógia Clemente Amistad. El supersticioso duque le miró con cierta especie de terror, teniendo cuidado de retirarse tras un mueble para evitar el contacto maldecido del mason (1).

—»¿Habeis sido vos, preguntó el duque á Marconnay, presentándole el diploma, quien ha expedido y firmado este documento, y conoceríais la persona á quien pertenece?

—»Yo he sido, contestó Marconnay, y si viera al individuo á quien corresponde, sin duda que le reconoceria.

»Entonces se hizo venir á D. Luis de Córdova; Marconnay declaró que no le habia visto nunca.

—»¿Lo afirmareis, dijo el duque, ante los Santos Evangelios, y jurareis sobre este libro divino que vos no habeis remitido este diploma al Córdova que tenéis presente?

»La pregunta estaba concebida en términos tales, que permitían al hermano Marconnay jurar con toda seguridad de conciencia ; así que contestó sin vacilar:

—»Creo en los Santos Evangelios, y juro sobre ese libro divino que yo no he remitido el diploma á la persona que se me acaba de presentar.

Con esta solemne declaracion, Córdova se vió libre de correr la triste suerte á que se hallaba expuesto.

»En 1825 fueron reducidos á prision cincuenta estudiantes de la Universidad de Madrid, como sospechosos del crimen de masonería.»

Para comprender la ligereza con que están escritas estas anecdotillas masónicas, baste decir que en 1825 no habia Universidad en Madrid. La de Alcalá, trasladada á Madrid en 1821, volvió á aquel punto en 1823. A nadie he oído hablar de semejante prision, de estudiantes.

Esta última anecdotilla de los cincuenta estudiantes de la Universidad de Madrid presos en 1825, es de la cosecha del archiembustero Truth, pues Clavel, de quien copia las anteriores, no dice tal cosa.

El fué quien la añadió á la narracion de Clavel.

Otro suceso que refiere este mismo (pág. 449 de la traduccion española), sobre la toma del buque holandés Minerva, por un corsario francmason español, el 14 de Junio de 1828, es tan inverosímil que no merece referirse.


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(1) ¡Risum teneatis,amici! ¡Para quién escribirán tales patrañas los francmasones!