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dor de Cádiz, D. Antonio de Hierro y Oliver, y heridos sus ayudantes. Al mismo tiempo los conjurados principiaron á gritar en la plaza de San Antonio, apellidando libertad; pero en vez de unírseles el vecindario, huyó á guarecerse en sus casas, por cuyo motivo los jefes militares, al verse sin el apoyo del paisanaje, obedecieron al teniente rey, que en seguida tomó el mando, y principió á prender á los sospechosos. Aquella misma noche se sublevó la brigada real de Marina que guarnecia á San Fernando, obligando á pronunciarse á otras dos compañías de tropa, y dejando en libertad á los presos. Pásose al frente del movimiento D. Marcelino Dueñas, capitan de navío (1). A vista del mal éxito de la intentona de Cádiz, y de la apatía del pueblo, huyeron de San Fernando, á fin de reunirse con Manzanares, á quien suponian en Tarifa. Pero éste, perdida casi toda su gente, fué muerto por los realistas de Igualeja y pueblos inmediatos, con otros cuatro de los suyos, y los diez y seis restantes murieron fusilados dos dias despues en Estepona.

La brigada de Marina perseguida de cerca por el capitan general de Sevilla, fué acorralada cerca de Veger, rindió las armas el dia 8. Los jefes de ella, despues de mil apuros, metiéronse en un barquichuelo en que á duras penas pudieran llegar al Africa, donde, para ser mejor acogidos, abrazaron el islamismo. En todo caso, los moros salieron perdiendo al recibirlos por correligionarios suyos, pues para la generalidad de los francmasones lo mismo les da de Cristo que de Mahoma (2). Restableciéronse las comisiones militares, por decreto de 19 de Marzo, con facultades omnímodas, y de sus resul-


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(1) Habiendo yo dicho que el Sr. Dueñas era uno de los marinos más comprometidos con la sociedad secreta que dirigía aquella conspiracion, lo desmntió el Sr. Fernandez Duro, en su juicio critico sobre mi libro, diciendo qua antes estaba «reputado por servil, y pasaba por amigo del conde de España,» y que se había visto embrollado en la conspiracion sin querer.

Supongo al Sr. Dueñas tan honrado como dice el Sr. Fernandez Duro, pero no sin observar, que los militares que no se han querido comprometer en sublevaciones no las han seguido, pues su deber como militares pundonorosos és el dejarse matar antes que ponerse al frente de tropas que se vuelven tropeles. Además, que no seria tan arraigado y concienzudo el llamado servilismo del Sr. Dueñas, cuando luego se pasó a los progresistas. Ahora el publico juzgará.

(2) El Sr. Fernandez Dura en la censura de mi historia califico esta noticia de trueno gordo y noticia peregrina y de novedad encantadora. A eso contesté lo siguiente:

«Y yo, ¿que culpa tengo de que el Sr. Fernandez Duro no haya visto cuanto se ha escrito sobre ello? Vea el tomo III de la Historia de la vida y reinado de Fernando VII, páginas 346, 347 y 948. En esta página, y a la línea 9ª, hallara que dice que los jefes de la brigada real de Marina... desesperados... al llegar a Tánger gritaban: ¡Queremos ser mahometanos! y habiéndose sujetado á las ceremonias del culto de Mahoma, renegaron de la ingrata patria donde habían visto la luz.»

¡De Dios renegaron, no de la patria!

»Ya ve el Sr. Fernández Duro que yo no invento. Sea cierto, sea falso, allí está consignado; y no está allí sólo, sino que lo trae tambien la obra de D. Pedro Urquinaona, titulada España bajo el poder arbitrario de los apostólicos,