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Ciudadela del luto general de la poblacion, del carácter sanguinario de los fiscales, de la venalidad de la policía, del espectáculo espantoso de los cadáveres colgados de la horca, y todo lo demás que los periódicos y los novelistas tienen en su repertorio épico ó dramático para tales casos en que son fusilados cómplices amigos, y queda olvidado y guardado cuando se fusila á los enemigos.

He preguntado á vários realistas catalanes y barceloneses acerca de sus impresiones en aquel tiempo, y me han asegurado que no tuvieron terror ninguno en 1827 y 28, pero que lo tuvieron muy grande en 1834 y 35, cuando los liberales fusilaban á los realistas por represalias. Ya me figuraba yo esto mismo antes de que me lo dijeran, y no, se necesitarán grandes esfuerzos para probar á los lectores, que cuando los vencedores políticos fusilan á sus enemigos, los correligionarios de los fusilados se asustan mucho y creen que todo el mundo está asustado y viste luto, siendo así que los amigos de los fusiladores hallan aquellos suplicios la cosa más natural del mundo.

¡Quién les habia de decir á nuestros abuelos, cuando asistían al quemadero de herejes con religioso entusiasmo, que algun dia sus nietos los habian de calificar á ellos de majaderos y á los inquisidores de tigres, por una cosa tan sencilla como achicharrar una docena de herejes y judaizantes, segun el criterio de aquel tiempo!

Pero ¿qué son los fusilamientos hechos por el conde de España respecto de los de Baracaldo, Montealegre y otros mil anteriores y posteriores á éstos? Y, si por aquellos se llama tigre al conde de España, qué calificacion dará la historia á los perpetradores de estos otros?

Dícese que las ramificaciones de aquella conspiracion fueron descubiertas principalmente por un tal Simó, que hábia sido republicano y carbonario en Valencia, del año 1821 al 23. Habiendo tenido que emigrar, fué enviado desde Lóndres para entenderse con los liberales de Barcelona y comunicarles los planes de sublevacion de tropas que proyectaban. Sorprendido por la policía y por los agentes del fiscal D. Francisco Cantillon, fué conducido al calabozo. El temor á la muerte y las entrevistas con Cantillon le hicieron declarar toda la trama y los nombres de los conjurados, gracias á lo cual salvó su vida y fué en breve puesto en libertad.

La cuestion, pues, queda reducida á saber si eran ciertas ó no las noticias que dio el ex-carbonario Simó, y positiva o no la conspiracion. Como no pocos escritores han blasonado, posteriormente de haber tomado parte en ella, y no pocos liberales se han jactado de ello, y áun fueron premiados después por ese motivo, resulta que el conde de España