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comandante general de las tropas francesas, al salir de aquella población decía á Fernando VII «que para conservar la tranquilidad en Barcelona bastaban cuatro soldados y un cabo.» Bien mirado, sobraban esos cinco hombres, porque poniendo los lobos á guardar el ganado, no se necesita ningun perro.

Al sublevarse los catalanes, cediendo á los manejos de la Junta fanática de Madrid, daban, segun hemos visto, como una de las principales causas de su levantamiento, la impunidad de los que seguian intrigando en las sociedades secretas casi públicamente. Los liberales, por su parte, ayudaron á las tropas del Rey, y el conde de España pudo con tar con espionaje seguro contra los insurgentes. Los realistas no daban un paso sin que las autoridades militares lo supieran; los proyectos de los conspiradores llegaban a oídos de ellas aun antes de emprenderlos. Es verdad que estas noticias eran por lo común exageradas. y no pocas veces el encono hacía que se interpretasen malignamente cosas sencillas y aun inocentes. El conde de España tenía que desconfiar de sus nuevos é interesados auxiliares, tanto o mas que de los enemigos manifiestos.

Terminada la breve campaña, las cosas volvieron á su estado normal : los realistas se reconciliaron con los carlistas, y muchos de los insurgentes explicaron los motivos de su conducta, y revelaron al conde no pocas intrigas de los liberales. La sorpresa de éstos fué grande cuando vieron al perseguidor de los carlistas de Cataluña convertirse en perseguidor de sus recientes auxiliares, y pagar con prisiones y suplicios la cooperacion que le habían prestado. Acusáronle de ingratitud ; pero es indudable que se descubrió una conspiracion manejada por la incansable actividad de las sociedades secretas, que desde el año 1823 al 1830 no cesaron de trabajar para que se pronunciara el ejército y volver á proclamar la Constitucion. Las sublevaciones é invasiones que luégo se citarán, lo indican así, y las confesiones mismas de los escritores liberales lo manifiestan bien á las claras.

Se ha calificado de tigre sanguinario é ingrato al conde de España por su conducta con los liberales de Barcelona; mas ¿podia dejar de castigar las conspiraciones que descubría?

Oigamos sobre este punto la narracion oficial del mismo conde de España, dada en 19 de Noviembre de 1828. Allí expresa que los conspiradores liberales habían llegado a ofrecer en aquella crisis lamentable su peligrosa asistencia; añadiendo que «este ofrecimiento fué rechazado con indignacion, como es notorio á todo Cataluña.» Es muy dudoso, al menos para mí, que el conde dejase de valerse algo