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en Barcelona, el cual los examinó por sí mismo y los quemó en seguida.

Busons fue fusilado en Vich: al primer sacerdote que se presentó en la capilla le respondió con un bofetón. El defensor del Altar y el Trono hubiera muerto impenitente á no haber sido por la persuasion de D. José Rovira, abanderado del batallon del regimiento de Zaragoza, 7.° de linea, que le decidió á cumplir con sus deberes religiosos en tan amargo trance.

El desgraciado Vidal, fusilado antes en Tarragona, hizo importantes confidencias al conde de Mirasol; pero se negó á decir nada en sus declaraciones públicas. Con los ojos vendados, y preparadas las armas para disparar contra él, le dijo el conde de Mirasol, acercándosele y exhortándole á revelar lo que privada y confidencialmente le habia revelado.

—Vidal, ¡todavía es tiempo!

—Hasta la eternidad, contestó aquél separándole con el brazo; y un minuto despues había entrado en ella.

Es quizá la única figura simpática que aparece en aquella sublevacion. Los pobres realistas catalanes, crédulos en demasía, fueron víctimas de arteros cortesanos y de los fanáticos exterminadores que había entre ellos (1).

Tambien el conde de España, que se mostró muy humanitario durante aquella campaña y economizó sangre realista, por más que se diga, quemó en Vich una multitud de documentos altamente comprometedores, que había reunido, y hasta las causas formadas á vários jefes. Calomarde propendia á que se fusilára más gente; pero el conde lo impidió con aquel acto atrevido, y vários de los que estaban para ser fusilados libraron la vida, yendo al presidio de Ceuta. Quizá más adelante le pagaron asesinándole. ¿Cómo se explican estos hechos, atendida la conducta del conde en Barcelona, en donde tanto prodigó sangre de liberales? Quizá hallaremos la solucion en el estudio de las conspiraciones de las sociedades secretas masónicas, que indudablemente trabajaban en Cataluña bajo la direccion de Mina, como veremos luégo, miéntras por otro lado se movian tambien las sociedades secretas realistas. Las conspiraciones de aquéllos no excusan las de estos otros: las de los realistas eran todavía más criminales, por lo mismo que sus principios les vedaban el valerse de tales medios, que para los liberales son sencillos é indisputables.

La imparcialidad histórica me obliga á escribir así:

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(1) Uno de ellos firmaba manifiestos con el seudónimo do El Padre Puñal. Los realistas suponian que estas producciones exagerados las inventaron los masones: todo puede ser. Tengo tan mala opinion de los politicos de entonces, que creo a los sublevados tan capaces de escribirlas como a los liberales de inventarlas.