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consintió en mostrarse traidor al Rey su hermano; pero, á pesar de esto, el Angel Exterminador prosiguió y adelantó sus resoluciones sobre la materia. Los males que produjo esa abominable Sociedad son incalculables, y no quiero tan sólo enumerarlos (1) porque fué el más poderoso descrédito para la causa monárquica.»

El historiador novelista entra aquí á declamar contra Fernando VII por haber autorizado aquella maquiavélica asociacion, y contra Calomarde, á quien supone afiliado en ella. Por mi parte, repito que no creo tan tonto á Fernando VII, que tomase parte en una secta que tenia por objeto manifiesto expulsarle del trono, reemplazándole con su hermano, y restablecer la Inquisicion, que él rechazaba, y el gobierno francés no consentia. Ya Bessiéres, que se vendía al que pagaba, como los condottieri de la Edad Media, se sublevó en 1825 por cuenta de los ultrarealistas.

Parece cierto que Calomarde no ignoraba estos planes; pero hay más de una probabilidad para conjeturar que no tomaba parte activa en aquellas tramas, que tenía cierta connivencia con los jefes, que espiaba los movimientos de esas asociaciones para vigilarlas, y que éstas á su vez desconfiaban de Calomarde, y le aborrecian. Por los documentos ocupados á los insurgentes de Cataluña en 1827, veremos esto mismo. Poco antes de hablar de aquellos misteriosos sucesos, aborto en parte de estas exageraciones, conviene consignar aquí algunos otros párrafos y apreciaciones de la obra del Sr. Riera.

«Por lo demás, la sociedad del Angel Exterminador se reunia tambien en juntas secretas, estaban afiliados en ella sujetos de gran valía é influencia, que podian hacer el mal á manos llenas, y entre vários de sus más escandalosos hechos citaré que muchísimas veces llegaron á tener sus conciliábulos nocturnos en el sagrado de los santuarios (2)

»Es infinito lo que yo podria decirte sobre este particular : hechos y propósitos podria comunicarte que horrorizarian tanto y aún más que las escenas más perversas de los masones y de los comuneros. Pero es preciso callar estos hechos, por razones que no puedo comunicarte (3).

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(1) No era cuestion de enumerar los males, sino de probar la existencia y los hechos.

(5) Esto parece coincidir con lo que se dijo de Poblet. En 1827 tambien se quejó el conde de España de algun convento de Cataluña.

(3) Ni estoy por esas contemplaciones: por ocultarlas resulta que muchas veces los enemigos de la iglesia las exageran, y sorprenden á los que las ignoran. Hay además en ese silencio muchísima parcialidad, y no poco de hipocresía, y orgullo.