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do VII, ni éstos otros de perdonar á los liberales, ni dejarlos vivir en paz, aun cuando el Rey quisiera. Precisamente las sociedades secretas realistas estaban fundadas en un principio de odio y exterminio, como lo demuestran los lamentos continuos y quejas que propalaban, asegurando que el Rey no perseguia á los liberales. Poco podemos, pues, fiar en el criterio y en las noticias de quien tan mal aprecia los sucesos y los caractéres. Oigamos empero su narracion :

«Luego de la caida de la Constitucion, instalóse una policía secreta tan fina , tan vigilante, y sobre todo más reprobable que la de los mismos masones y comuneros; se sujetó á los liberales con mil trabas y cadenas ; y en verdad que causa espanto recordar algunas de las horribles escenas que ocurrieron á consecuencia de las medidas del Rey. Bastaba que á un hombre cualquiera. le dijeran que habia sido liberal ó miliciano nacional. para considerarle indigno de los derechos de ciudadano y hasta de los dere chos de hombre. Con un solo pasaporte atestado de signos secretos y jeroglíficos era conocido un hombre por liberal miliciano, y en todas partes se le señalaba con el dedo diciéndole ¡sopechoso! Sus acciones, sus movimientos, sus paseos, sus visitas— todo era escrupulosamente escudriñado.»

Refiere alguna de las vejaciones á que estaban entonces expuestos los liberales, las cuales se omiten por sabidas, y continua.

«Con estos tratamientos, estas desatenciones, estas barbaridades, estos horrores inauditos. y con otros muchos que es imposible referir, se exasperó en tales términos el espíritu de los partidos liberales, que determinaron aunarse nuevamente con mucho sigilo y con mucha estrechez, para conspirar contra el poder constituido. Reuniéronse lógias secretas, y empezaron á preparar proyectos de trastornos y revoluciones ; proyectos que no hubieran encontrado prosélito alguno aun entre los mismos liberales si la conducta de D. Fernando hubiese sido otra, y que, por gran fatalidad, llegaron á tener mucha consistencia. Sabedores D. Fernando y su ministro. Calomarde de la existencia de estos proyectos, quisieron atajarlos; pero esto era imposible. Para conseguirlo enviaron á las provincias más amenazadas bajaes (sic) con poderes sultá -