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á quienes he preguntado sobre el particular en el seno de la confianza, me lo han negado rotundamente. A pesar de eso, yo creo que hubo por entónces una conspiracion realista permanente, tan vasta y tan pujante, que bien puede figurar entre las sociedades secretas de España. No hay efecto sin causa, y la misteriosa sublevacion de los realistas de Cataluña en 1827 prueba que había un partido organizado, potente y de grandes recursos que conspiraba en las tinieblas.

El autor de los Misterios de las sociedades secretas reconoce la existencia do las sociedades secretas realistas; y la imparcialidad que debe tener todo historiador me obliga á consignar esto, como consigné lo que el mismo refiere, con más o menos exactitud, acerca de las sociedades liberales desde 1820 al 23. Verdad es que el Sr. Riera y Comas ni precisa hechos, ni habla de la organizacion de estas sociedades realistas, ni aduce pruebas, ni merece crédito en todo lo que sobre ellas dice. Descarga sus iras sobre Calomarde y el conde de España y se hace eco de lo que contra ellos dijeron los liberales Y los realistas de Cataluña. Lo único que del prolijo y declamatorio relato del Sr. Riera puede inferirse, es que existieron aquellas sociedades secretas realistas, por lo ménos en Cataluña, pues no habria confesado su existencia un carlista catalan. como era aquel novelista, á no haberle constado de un modo indudable, por una de esas convicciones que tiene un escritor contemporáneo cuando narra una cosa que le consta y le disgusta.

¿Se hubiera atrevido el Sr. Riera en 1817 á conceder la existencia de ellas veinte años ántes (1827), en Cataluña, sobre el teatro mismo de aquellos sucesos y á vista de muchos de los que tomaron parte en ellos, á no existir esas asociaciones, que son siempre el oprobio de los que las forman y amparan?

Oigamos, pues, el relato del Sr. Riera, aunque desaliñado, incompleto y poco exacto, como precedente para venir á los misteriosos sucesos de 1827, y suplir lo que aquél omite. Despues de vituperar las persecuciones de los liberales en 1823, en lo cual habla con juicio, dice que Fernando VII no debío de ningún modo consentir se les oprimiese, pues de esta manera tan solo podian llegar á convencerse de la gran profundidad de sus pasados yerros. El autor da muestras en estas palabras de no conocer ni el carácter de los sectarios liberales, ni el de los ultrarealistas. Ni aquéllos eran capaces de convencerse de sus yerros, por bueno y tolerante que fuera el gobierno de Fernan-