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los devuelve, probándoles que los realistas de aquella nacion hacían mucho más y peor. Era propiamente cuestion de despique: la pág. 62 y siguientes rechaza las invectivas sobre la camarilla del Rey, favoritos y Junta Apostólica. Oigamos al anónimo refutador:

«Camarilla.—Esta es una de las Muchas calumnias divulgadas en países extranjeros contra el Monarca español, contra Fernando VII de Borbon, príncipe que, cuando debiera inspirarles compasion, se ha hecho (ya conocemos por qué) el objeto constante de las sátiras y censuras de los jacobinos de todos los países; y lo gracioso es que, hablando todos ellos de la Camarilla, ninguno sabe ni es capaz de decir qué cosa es este duende, objeto de sus sarcasmos. Será, pues, preciso que yo les explique lo que significa esta voz, y cómo la cosa más inocente del mundo ha dado lugar á una horrorosa calumnia.

»Hay en Palacio, junto á la Cámara del Rey, una pieza muy pequeña, que por esta circunstancia suelen llamar los criados la camarilla (la petite chambra), pieza á la cual el Rey actual, cuando volvió de su primer cautiverio en 1814, solía salir alguna vez á esparcirse y distraerse hablando familiarmente con los criados de su servidumbre que estaban de guardia; y como entre ellos había algunos que le habian servido desde su niñez, le habian acompañado, consolado en su prision de Valencey, S. M. les hablaba con cierta afabilidad, propia de su bondadoso y agradecido corazon; y de esta inocente familiaridad tornaron pretexto los descontentos (que en todos los gobiernos los hay) para extender la calumniosa voz de que. el Rey consultaba los negocios del Estado con los criados de la camarilla.Esto era falso, falsísimo; y sin embargo el Rey, así que llegó á entender lo que de él inventaba la maledicencia, se privó dé aquel breve é inocente recreo, y aun alejó de su persona, por evitar hasta la sospecha, algunos criados que se desígnaban como más favorecidos. Esto fué ántes de 1820, y desde entónces ni en la cámara grande, ni en la cámara chica, ni en parte alguna se ha permitido aun aquellas familiaridades domésticas que todos los Monarcas del mundo se permiten con sus criados en lo interior del Palacio. Hé aquí el gran coco do la Camarilla á lo que está reducido, y ni ha habido ni hay otra cosa.

»Favoritos.—Otra calumnia. El rey Fernando, ni los tuvo, ni los tiene, ni los tendrá. Distingue, honra y aprecia, como, es justo, á las personas que con riesgo de su vida le hicieron grandes é importantísimos servicios durante su prision en Valencey, en los seis años siguientes, y en los tres de su cautiverio constitucional; pero nadie le manda, y nadie tiene con él bastante influjo y poder para hacerle de-