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Yo pondría esa sociedad infame y maldita por bajo de la de los carbonarios y de las reuniones sanguinarias de los jacobinos y maratistas. Corruptio optimi pessima. Pero ¿es cierta? El testimonio del Sr. Mendez Vigo, ¿es aceptable en crítica y en derecho? El suceso de Poblet, ¿aconteció efectivamente, o no pasa de ser una hablilla calumniosa, de las muchas inventadas por desacreditar al clero, como en el dia estamos viendo a cada paso? ¿Qué ciento veintisiete Prelados eran esos? Reunidos todos los de España, no llegaban á ese número, que no se vió áun en los Concilios más concurridos de Toledo. Para mentir se necesita mucha habilidad y saber. La exageracion de este número prueba la falsedad de lo restante. Las congregaciones monasticas tuvieron que celebrar capítulos en 1824 para nombrar sus prelados: sobre este hecho sencillo levantaron los liberales por entonces mil patrañas.

La existencia de la Junta Apostólica y del Angel Exterminador la negaron los realistas entónces y la niegan ahora, segun veremos luégo. El testimonio del Sr. Mendez Vigo, con arreglo á las leyes, no sería admitido en ningun tribunal civil; ¿y podrán la critica y el tribunal de la historia admitir la acusacion, sin pruebas y por el mero dicho de un hombre, que hizo asesinar á sangre fría cincuenta y un reos, casi todos políticos, y de la manera inhumana con que perecieron las desgraciadas víctimas arrojadas en las aguas de la Coruña? Estaba en el interés de quien cometió aquel crimen acusar á sus contrarios de crímenes iguales y mayores, para atenuar el suyo.


LIII.


Transigentes é intransigentes: libertad del Rey: reacción.


El conde de Montijo, nuestro inolvidable Tio Perico, había visto pagados con harta ingratitud sus antiguos servicios masónicos de 1816 á 1820. Aunque al pronto pudo sostenerse en su sonrosado Oriente hasta mediados del año 1820, bien luégo conoció que su grado 33 era ilusorio, como los que se dan por honor á los Reyes y á los príncipes, y que en realidad había otros maestros que enseñaban lo que él no quería aprender ni practicar, y de los cuales no era sino un mero y áun ridículo instrumento. Al ver a la francmasonería atacar todas las instituciones aristocráticas que rodeaban el trono, dándole esplendor y fuerza, él, que era altamente aristocrático, se vio no poco contrariado, al