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visto, me llamó la atención el que se le acusase solamente por delitos políticos, y no como á reo de estos asesinatos y otros delitos comunes, de que debió acusarle Cabia. Como se sabía que se le habia de ahorcar, el fiscal no se quiso molestar en trabajar demasiado.

El general Loberdo se dirigió desde Granada á Málaga para atacar á Riego. Este, contando con el recurso de las sociedades secretas (1), fuese en busca de Ballesteros, y despues de ofrecerle el mando de las tropas reunidas y procurar inducirle á que cometiera la felonía de violar la capitulacion estipulada con el general francés, le sorprendió como á Zayas, y le puso preso. Sabedor de esto el general Balanzat, avanzó para rescatar á Ballesteros con su division, y Riego tuvo que echar á correr con la suya, compuesta de unos dos mil quinientos soldados desmoralizados, abandonándole los escuadrones de Numancia y España, que se quedaron con Balanzat y Ballesteros.

Con sus dos mil quinientos merodeadores llegó Riego á Jaen, y trató de saquear la poblacion; pero la llegada de una division francesa le hizo huir sin plan ni direccion alguna, hasta que, batido, desalentado y abandonado por todos, llegó á verse en aquel país como se habia visto tres años ántes. Acompañado de tres sujetos, dos de ellos extranjeros (2), llegó á un cortijo cerca de Vilches y Arquillos. Como le había costado poco trabajo ganar el mucho oro que llevaba, robado de las iglesias, y arrancado escandalosa é inhumanamente á los realistas de Málaga, lo prodigaba, y esa prodigalidad le fue funesta, pues habiendo ofrecido á un porquero quince onzas de oro si le proporcionaba auxilios y le servia de conductor, entró éste en sospechas y avisó á los realistas de Arquillos, que le prendieron. El 15 de Setiembre fué trasladado á la Carolina, y el 7 de Noviembre ahorcado en Madrid, que quien a hierro mata a hierro muere; y si no siempre se cumple este apotegma, por lo ménos cuando se cumple se recuerda (3).

Los realistas, por su parte, principiaron á usar crueles represabas con sus enemigos. No hablaremos aquí de palos, injurias, arrestos, burlas y vejaciones: muy liberales y hasta pródigos habian sido los liberales en el reparto de tales agravios; pero los realistas, á su vez, los prodigaron de tal

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(1) MIRAFLORES, Apuntes, pág. 230, dice de Riego además que «rodeado como siempre de malos consejeros cometio tropelías y atentados.» Es demasiada dulzura tratándose de asesinatos.

(2) El capitán D. T. Bayo, el teniente coronel piamontés Virgilio Vicenti y el ingles Jorge Matías.

(3) El autor anónimo de la Historía de la vida y reinado de Fernando VII, en sus ideas volterianas é inpías, echa en cara a Riego el no haberse suicidado con un veneno que le proporcionó un extranjero, y que muriese dando señales de arrepentimiento. (Tomo III, pag, 180)