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varios sacerdotes, religiosos y vecinos ancianos del pueblo. Descollaban entre ellos el canónigo Tallada, literato y matemático distinguido, de edad de sesenta y tres años, el doctor Font y Ribot, teólogo y canonista, el P. D. Juan Orioitia, Jesuita americano, de edad de ¡ochenta años! gran humanista, que contaba más de cuarenta años de enseñanza y vida ejemplar, dos padres carmelitas, siete capuchinos y varios comerciantes y artesanos, conocidos por su probidad, y casi todos pobres. Entre éstos se distinguía el alcalde segundo, D. Ignacio Font, hombre de mucha oracion y recogimiento, alejado de la política, y cuyo único crimen era el haber sido elegido para aquel cargo por los hombres de bien, y haberlo aceptado con harto disgusto. Pero al fin era alcalde, y ocupaba un puesto donde un comunero pudiera mirar por sus intereses y los de la patria, y de esa manera se lograba con su asesinato el retraer á los hombres de bien de los cargos municipales, y poder explotar libremente el bolsillo de los conciudadanos. El pobre Font estaba casado y tenía cinco hijas: obligósele á buscar los bagajes para con-ducir los presos, y él mismo, al ver el disgusto con que los prestaban los vecinos, les dijo : «¡ Se os figura que iré yo á gusto en ellos para que nos maten!» ¡Tan públicas eran en Manresa la alevosía que se iba á cometer y la connivencia de las autoridades en la perpetracion del crimen!

En efecto: al llegar á un paraje llamado los tres roures, por haber en un recodo del camino tres frondosos robles, mandaron detener la comitiva y principiaron á matar á los veinticinco presos á tiros y bayonetazos. El anciano Jesuita Origoitia, enérgico en medio de su decrepitud y cansancio, absolvió á sus compañeros de infortunio, y puesto de rodi-llas, les dirigió palabras de consuelo, exhortándolos al perdon y la paciencia. No se avino bien con ellas el preso don Francisco Camps, que, echando á correr, se precipitó por un derrumbadero espantoso, y logró salvarse, á pesar de los muchos tiros que le dirigieron los asesinos, y llevó á los pueblos de la montaña la noticia del espantoso crimen (1).


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(1) Las víctimas estuvieron dos dias insepultas. En el sitio donde fué perpetrado se levantó una capilla expiatoria. El año 1824 se publicó en la imprenta de Abadal una hoja cuyo epígrafe dice asi: «Relacion Individual de los nombres de las veinticuatro víctimas que se hallan depositadas en la iglesia nueva de la cueva de San Ignacio de la ciudad de Manresa, las que fueron sacrificadas en el 17 de Noviembre de 1822 en la emboscada llamada los tres roures, por disposicion del cruel y sanguinario Rotten las cuales víctimas estuvieron tendidas en el mismo lugar del Matadero hasta el 20, que fueron enterradas sin el menor obsequio en el cementerio de San Pablo de la Guardia, del obispado de Barcelona en el cual lugar permanecieron hasta el 28 de Diciembre de 1823, que con pompa funebre fueron procesionalmente trasladadas a dicha iglesia, en la que permanecerán hasta estar concluido el monumento, que el ilustre ayuntamiento de esta ciudad, de acuerdo con el Excmo señor capitan general baron de Eroles, ha determinado construir para eternizar la memoria de unos héroes, que fueron y serán el modelo de la más acendrada lealtad, etc., La capilla o rotonda construida a la entrada del cementerio en 1825, fué demolida en 1835 de orden de Sarfield.