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testacion á las notas, habla de medidas de defensa que se proyectaban; dice tambien que los redactores de El Zurriago, vendidos á la Santa Alianza, pagados por el Rey propues tos por el embajador frances, iban á reemplazar a los ministros depuestos, para abrir la puerta á los franceses y entronizar el despotismo: aparecen allí San Miguel y los demás compañeros, excepto el ministro de Hacienda, que se fué á Palacio á decir al Rey que era llegada su última hora si no revocaba su decreto de deposicion del ministerio: no se olvida Galiano ni los demás de su pandilla de hacer observar al pueblo que las Córtes iban á empezar sus sesiones dentro de pocos dias, y que el cambio del ministerio tenía por objeto el evitar que aquellos ministros tan patriotas diesen cuenta á la Representacion nacional del estado de la nación, y con todas estas arterías é infamias consiguieron arrastrar al pueblo hasta Palacio,gritando: ¡Muera el Rey! y ¡Muera Mejía! Los amotinados llegaron hasta la escalera de Palacio, y habrian indudablemente penetrado hasta la estancia del Rey, si la guardia de la Milicia nacional de infantería, mandada por el comunero Mateo Casado, no hubiera defendido el puesto con la mayor resolucion.

»Tiembla entónces el cobarde tirano: envia al general Zayas á contener el pueblo, y queda sólo con el ministro de Hacienda; éste redobla entónces sus esfuerzos para persuadirle del grande riesgo en que existia, le hace firmar un decreto para que los ministros continuasen en sus puestos interinamente, y hasta que lean en las Córtes sus respectivas memorias: baja ufano con este decreto á darle la noticia á San Miguel, que esperaba embozado en su capa en el umbral de Palacio, y consolados ya con esta novedad, tratan de separar al pueblo de aquel sitio, y lo consiguen en efecto; pero la agitacion popular no se calma con esta medida, y el Rey y los ministros no aciertan á tomar un partido seguro. El Rey; que habia pensado en elegir por ministrs a sus más distinguidos favoritos... á los más acreditados serviles (1), conoció la imposibilidad de llevar adelante este designio, y obligado por la necesidad, se puso en manos de los comuneros, única fuerza respetable que podia garantir su existencia; consultó con algunos individuos de la Asamblea sobre la nueva elección de ministros: envió á Guseme para que Mejía le indicase las personas á propósito para desempeñar este cargo, á cuyo acto estuvo presente el patriota Juan Espino; y Mejía, buscando el acierto y el bien de la pátria, le indicó que nadie podria darle un dictá-


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(1) Es un disparate solemne, que prueba los pocos alcances del comunero. No podia Fernando VII pensar entonces en tal desatino: lo que deseaba era dividir más á los liberales, y desacreditar el sistema trayendo á los comuneros, aunque con riesgo no pequeño para su persona.