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contener el valor y entusiasmo de sus individuos, como en efecto lo logró. »A la cabeza ya de este cuerpo, obró de acuerdo con el general Morillo, que era uno de los principales corifeos del plan de Cámaras, y obró descaradamente contra Riego y contra las intenciones de los patriotas. En la tarde del 4 de Julio los guardias rebeldes que existian en la plaza de Palacio hicieron fuego á la partida de patriotas que mandaba Selles, situado en la subida de los Angeles. Riego corrió entónces al Parque de artillería, mandó preparar los cañones y dió las demas disposiciones necesarias para atacar el Palacio. Los patriotas, llenos de valor y entusiasmo con la vista del héroe, ansiaban impacientes el momento de atacar el inmundo alcázar del despotismo; pero llegó en este momento el general Morillo, que era capitan general de la provincia, y de consiguiente mandaba las armas; él tuvo la osadía (1) de prevenir al general Riego que se retirase, á presencia de San Miguel. El batallón sagrado bramó entonces, corrió hacía Palacio y hubiera sin duda en aquel momento acabado con el tirano y con todos sus prosélitos, si San Miguel, auxiliado de sus amigos anillares, que existian en el batallón, no hubiese ocupado con las espadas desnudas el principio de la calle de la Caballeriza (2), diciendo: Orden, señores, moderacion, por Dios, que nos perdemos: al instante se va atacar, pero hagámoslo en regla. Con estas voces y otras imposturas, que salieron de la boca de este hombre infame en elogio del general Morillo, y protestando á su nombre que al momento se iban á mover todos los cuerpo patriotas, logró contener el ímpetu gigante del batallon, que fue inmediatamente trasladado a la plaza de Santo Domingo.» Pasaremos aquí por alto una porcion de pequeñeces y personalidades que amontona el pobre narrador y ex-redactor de El Zurriago, que no debia ser un lince, segun lo mal que escribia y lo pueril de sus apreciaciones. Estas no son en su mayor parte más que habladurías de cuerpo de guardia. Consignanse aquí solamente en cuanto pueden ilustrar un poco los manejos y actitud de las sociedades secretas en aquellos sucesos, y aun eso no mucho, pues no pasan de ser invectivas de un comunero contra los francmasones ó supuestos anillares, á los cuales daban siempre los exaltados o comuneros exagerada y malévola importancia, cuando ya ni los que habián pretendido formar aquella sociedad se acordaban de tal cosa.

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(1) ¡Osadía el impedir el capitan general que se hiciera una barbaridad!

(2) ¿Y qué hubiera hecho aquel batallan contra toda la Guardia real, y más si ésta salía a campo abierto?