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Biblioteca de la Religion, pero que son un tanto vagas, preciso es añadir algunas más concretas sobre el origen, reglamento, organizacion, número, alianzas y disidencias, siquiera estas ultimas correspondan más bien al año 1822, en que trataremos de ellas.

El origen de la secta de los comuneros data del año 1821. Durante el verano de ese año, los francmasones, disgustados del gobierno, y en especial Romero Alpuente, Flores Estrada, Gutierrez Acuña, Mejía y todos los liberales más exaltados, como Riego, Mina, Torrijos, Jáuregui, Piquero y otros que se citarán, descontentos por verse postergados, o por no haber conseguido cuanto en materia de venganzas y de intereses anhelaban, principiaron á trabajar para formar una nueva francmasonería española, más francamente revolucionaria que la regular dependiente de Orientes extranjeros. La disolucion del ejército de la Isla y el destierro de Riego produjeron esta ruptura entre los francmasones, dando orígen á la Confederacion, en que, segun se ha dicho, entraron todos los quejosos.

El autor de la Historia de la vida y reinado de Fernando VII, que indudablemente debia ser francmason, y en tal concepto enemigo de los comuneros, despues de hablar del culto puro que la masonería da á la filantropía, la libertady la igualdad, sus diosas tutelares, pasa á describir el origen e instituciones de aquéllos de la siguiente caústica manera (1):

«En vano los comuneros, remontándose á la historia de las Comunidades de Castilla en tiempo de Cárlos V, pretedian disfrazarse con antiguos trajes y colocarse bajo el escudo de Padilla (2) y de los demás mártires de la libertad en aquel reinado. Hijos del dia, y de un dia de discordia civil, llevaban marcado en el rostro el sello de la época, es decir, la exageracion de sus principios; porque, jóvenes los más y sin conocimiento del mundo, todo lo veían con el prisma de una mente acalorada. El juramento quo prestaban á la sociedad era terrible; solamente la inexperiencia podia pronunciarlo, y, si lo hubiesen sostenido, la sangre hubiese corrido á torrentes por toda España. Juraban dar


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(1) Tomo II, pag 214

(21 Los comuneros, que, á pesar de sus pretensiones historicas, acogieron muchas patrañas sin ningún criterio, se agenciaron unos huesos que dijeron ser de Padilla y una rodela comprada en cualquier prenderia.

Hablandome de su recepción, me contaba un comunero arrepentido, entre otras cosas grotescas, que al mandarle cubrirse con el escudo de Padilla, y dirigir los comuneros sus espadas contra el débil y simbólico aparato de defensa, un cerrajero fornido, al dirigir la punta de su estoque contra él, lo apoyaba con tal ahinco, que le hizo retroceder, y estaba esperando que, roto el escudo, asomara la punta del estoque y le sacara un ojo. El comunero que estaba al lado, viéndole tan poseido de su papel, le dijo por lo bajo:—¡No aprietes tanto, que es de hojalata!