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rados pasan siempre del libertinaje al despotismo, y viceversa, no solamente se negó á disolver las sociedades patrióticas anárquicas de Madrid y vigilar las secretas , focos de aquellas, sino que cometió la bajeza de entregar á. éstas una circular reservada del gobierno acerca de las elecciones, y leerla públicamente en un café, produciendo un conflicto grave, de cuyas resultas fue preciso destituirle.

Los motines de Cádiz, Sevilla, Valencia, Murcia y Cartagena tuvieron, no solamente carácter republicano, sino tambien socialista. Ya en 2 de Marzo de aquel año el populacho de Alcoy y de los pueblos inmediatos habia quemado las fábricas, causando un perjuicio de muchos millones. En Cádiz el general Jáuregui dejó pasear el retrato de Riego, mientras en Madrid lo impedían San Martin y Morillo. El gobierno separó á Jáuregui; pero los comuneros y republicanos de Sevilla, que tenian sus reuniones y tribuna en el café del Turco, promovieron una asonada, nombraron una junta revolucionaria y obligaron á huir a los enviados del gobierno. Los de Cartagena llevaron más adelante su exageración, pues se declararon independientes: de paso destituyeron á los empleados del gobierno, y, con el mayor patriotismo y desinterés, se repartieron sus destinos, como es de rigor en tales casos. En Murcia se repitió la misma farsa, jurando su independencia bajo la lápida de la Constitucion; hirieron á varios del resguardo, y el jefe político Saavedra tuvo que huir ante los amotinados, á quienes acaudillaba el brigadier D. Gregorio Piquero.

En Valencia, el conde de Almodóvar, que desde la Inquisicion, donde estaba encausado por francmason, habia subido á capitan general de la provincia, dejó tambien crecer la farsa republicana, en union con el jefe político Plasencia. Pero cuando vieron la ciudad invadida por contrabandistas, presidiarios cumplidos y bandidos armados de puñal y trabuco, que se proponian buscar en las casas de los ricos lo que ávidamente codiciaban, y que los desinteresados patriotas pedian un destinillo con mucha necesidad, conocieron su torpeza y tuvieron que deshacer á balazos el mismo plan que antes habían apoyado.

Narrar todas las peripecias de los motines republicanos de España, desde mediados de Setiembre de 1821 á Enero de 1822, sería demasiado prolijo. Las derrotas de Riego en Zaragoza, y de Mina en la Coruña, abatieron á sus parciales, viendo desautorizados á estos dos jefes. Aquellas exageraciones fueron muy útiles para la causa realista, pues produjeron el completo desprestigio del sistema constitucional, y el deseo de verlo derrocado. Para mayor desconcepto, el Monarca accedió á destituir á los ministros en el momento en que éstos conseguian el triunfo, con lo cual quedó aún

TOMO I.