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mora, y de otras. En muchas partes se pintaba al diablo tentador vestido de fraile, y quien haya estado en el Escorial no dejará de recordar, que en la tentacion de Cristo en el desierto, pintada en un fresco del claustro, el diablo tentador está vestido de fraile francisco, ensenando las uñas y la cola por debajo del hábito. Aquello se pintaba á los ojos de Felipe II y de una comunidad de monjes jerónimos, sin que eso les escandalizara.

En las Meditaciones sobre el Evangelio, del P. Natal, se ve tambien disfrazado de este modo al espíritu maligno, y esto en una obra de un jesuita virtuoso y coetáneo de San Ignacio. El libro satírico titulado Navis stultifera, obra del siglo XVI, ilustrada con grabados satíricos y caricaturas, abunda no poco en este género.

No podemos, pues, dar una importancia masónica á estas caricaturas impías, grotescas ú obscenas. A veces los artistas, mal retribuidos, defraudados en sus esperanzas ó en sus créditos, en arrebatos de mal humor, se permitian semejantes ligerezas, por no calificarlas con términos más duros, y tambien más propios. Miguel Angel pone en el infierno á un Cardenal á quien tenía ojeriza. Las esculturas son á veces indecentes desde algun paraje por casualidad y contra la mente del escultor.

Finalmente, como las esculturas estaban cubiertas por los andamios, no era posible que los cabildos las advirtieran hasta que éstos quedaban quitados, y entónces el remedio ya era tardío y difícil.

$ VII.

Las hermandades revolucionarias de Castilla y Leon en el siglo XIII.

No hablamos aquí de aquellas piadosas cofradías que, con el título de Hermandades, tenian por objeto defender el órden, custodiar la propiedad y perseguir a los malhechores, como hacian las llamadas guildas ó guildonias, contadas entre las asociaciones piadosas de la Edad Media. En España hubo varias de ellas, y no poco célebres, siendo la más notable la Hermandad vieja de Toledo. Muy al contrario de éstas fueron otras hermandades, que principiaron en Castilla á fines del siglo XIII, con carácter altamente revolucionario y sedicioso. Fué D. Sancho el Bravo para su padre D. Alfonso el Sabio lo que Fernando VII para Carlos IV. Ni D. Alfonso ni D. Carlos gobernaron bien, pero aun lo hicieron peor sus