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batido heróicamente, entre ellos el primero del Cuzco, y poco despues fueron derrotados aquellos sabios militares en Ayacucho, dejando una reputacion equívoca en materia de fidelidad y desinterés.

El conde de España, en una carta reservada dirigida á Calomarde, le decía que era preciso desconfiar de los militares recien venidos de América, los cuales habían traido de allí mucho dinero, pero muy poco honor (1).

Espartero y Maroto eran del número de aquellos oficiales.

Cuando en 1843 se sublevó el país casi en masa contra la regencia infausta que lo abrumaba, designóse con el nombre de ayacuchos , no solamente á los jefes militares vencidos en Ayacucho, que casi todos pertenecian al partido progresista y apoyaban á Espartero, sino tambien á todos los partidarios de éste, aunque no fuesen militares ni hubiesen estado en América. Los periódicos se desataron en invectivas contra ellos, y la calificación de ayacucho quedó por tan antipática y odiosa, que los mismos que no podian negar haber estado en aquella accion, no podian soportar semejante mote, el más infamante que jamás hubo en España.

Nadie ha querido hacer gala de ese sambenito.


§ XLIII.


Algo más sobre la francmasonería en América, segun los americanos de buena fé (2).


Sucede con la historia de la francmasonería americana como con la de España: apenas hay dato ninguno seguro acerca de ella mientras existió la Inquisicion; no porque no la hubiese, sino porque los masones escribian póco, por temor de ser sorprendidos por ella.

Las noticias seguras que puede darse acerca de ella están tomadas de dos escritores católicos y muy respetables: el Sr. Arrangoiz, de Méjico, y D. José Manuel Groot, de Nueva-Granada. Uno y otro atribuyen á la masonería la insurrección en su mayor parte.

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(1) Por no interrumpir el órden cronológico de los sucesos, se deja para los apéndices la inserción de esta interesante carta inédita.

(2) Este párrafo es nuevo, pues las obras citadas en él son posteriores a la época en que se imprimió la primera edición.