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los otros trabajaron únicamente en los primeros y segundos grados. Pero habiendo ocasionado las elecciones de 1823 en diferentes provincias, especialmente en Cataluña, una contienda muy seria entre masones y comuneros, los primeros invocaron el auxilio de los carbonarios, que los sirvieron efectivamente. En reconocimiento de este servicio, los carbonarios fueron admitidos en un número igual á las otras sociedades para la formacion de una Junta mixta, que debía tratar de los asuntos más graves y del mayor interés. Esta Junta tenía privilegios inmensos: ella elegia por sí los jueces; presentaba los candidatos para las comisiones de vigilancia y para la formacion del consejo de guerra, los jefes políticos, comandantes militares, etc., etc.

»Entónces, y únicamente entónces, fue cuando los carbonarios fueron iniciados en los negocios políticos; pero bien pronto se hicieron nuevos tratados y acomodamientos entre los masones y comuneros, y éstos últimos, que no habian olvidado ni su derrota ni los que la habian causado, exigieron la destruccion de los carbonarios. Los masones consintieron en ella, sacrificaron á sus propios auxiliares, y para destruirlos se valieron del socorro de los europeos, de quienes debemos dar ahora idea.

»Además de las sociedades puramente españolas, ó bien sea naturalizadas, de que hemos hecho ya mencion, la Península, que habia venido á ser el refugio de los revolucionarios de todos los países, vio reproducirse en su seno otras asociaciones exóticas, enteramente compuestas de extranjeros, de las que se servian los gobernantes para obtener el fin que se habían propuesto. En la primera clase de estas asociaciones es necesario colocar la pretendida Sociedad Europea, ó más bien la Sociedad de la regeneracion de la Europa.

»El general Pepe, huyendo de Nápoles, llegó á Barcelona, y presentó inmediatamente al Grande Oriente liberal un plan para regenerar la Europa. La discusión de este proyecto ocupó muchas sesiones. El Grande Oriente parecía aprobar sus bases; pero habiendo echado en cara al general algunos diarios que habia abandonado cobardemente la posicion de Antrodoco y aceptado algunas gracias del Príncipe Regente, el Grande Oriente temió comprometerse, y abandonó á Pepé y á su proyecto. Este, desesperando de obtener en España lo que deseaba, trató de tentar fortuna en otra parte, y, partió á Lisboa y á Lóndres con la esperanza de ser allí mejor acogido. Mas aunque abandonó su primer asilo, Pepe dejó no obstante en él compañeros de su fortuna y principios con la mision especial de propagar sus ideas y de establecer en España la Sociedad Europea. Los afiliados en esta última secta tenian una especie de afeccion para con