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restablecerse si no se sustituian bases sólidas á las falsas sobre que estaba apoyado, y no había para esto otro medio que el de derribarlo. Pero el odio de los partidos había llegado á su colmo: nadie quería ceder un dedo del terreno que creia haber ganado, y los anilleros, en su inútil proyecto, vinieron a ser la befa de los comuneros y de los masones, que los llenaron de injurias en sus periódicos, hasta la época fatal del 7 de Julio de 1822, en que los primeros se vieron obligados á abandonar el campo. »Entónces se les atribuyeron á los anilleros los proyectos de la Guardia Real y los movimientos de las provincias: se les proclamó enemigos de las libertades públicas, y bajo de todos respectos se les hizo el objeto de la indignacion general. Los nuevos proscriptos, viéndose obligados á dispersarse y á huir para evitar la persecucion, por la mayor parte se refugiaron cobardemente en las filas de sus contrarios, y se hicieron masones ó comuneros »

Pero si esta relacion es apasionada algun tanto y da carácter de importancia y de secreto á una sociedad que ni fue importante ni secreta, ¿qué diremos de la disparatada descripcion que hace de los anilleros el Sr. Riera y Comas (1)¿ Calcada su narracion sobre las relaciones apasionadas de los zurriaguistas y tragaleros, da asenso a cuantas exageraciones escribieron estos intencionalmente y con su habitual mala fé contra los ministros moderados, cayendo en las redes de aquellos furiosos y calumniadores, y faltando así á la verdad histórica, que no permite hacer a nadie más malo de lo que es realmente.

Todos los, revolucionarios fieros tienen la costumbre de acusar á sus enemigos de conspiradores siempre que conspiran ellos; y esto es tan vulgar y sabido, que hoy dia no lo ignora un aprendiz de periodista y de conspirador (2). Los comuneros, que guardaban poco secreto y vivian en continua riña, aprovecharon la ocasion de la tentativa anillera para poner el grito en el cielo y acusar de conspiracion y de carácter sectario y tenebroso todo cuanto hacían los otros liberales que intentaban reprimir sus desmanes.

Lo que inventaron los comuneros respecto á sociedades secretas realistas, Angeles exterminadores, Fray Puñal, Junteros Apostólicos, Ancoristas y otros vários hypogryfos fantaseados por sus imaginaciones calenturientas y aviesas, debió hacer más cauto al autor de aquella novela con pretensiones de historia; y siquiera utilizase los papeles

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(1) Misterios de las sectas secretas, tomo III pág. 287 y siguientes de la primera edicion, y pág. 489 del tomo I de la edicion segunda.

(2) La consigna de los carbonarios y jefes de apaleadores en 1834 y 54, y en otras ocasiones de más o menos Porra, era ésta: Garrotazo limpio, y gritar que nos pegan.