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»Abatidos quedaron los amantes del orden al ver desaparecer las esperanzas de contrarestar la anarquía con que les había lisonjeado momentáneamente la aparicion de la Sociedad constitucional, mirada por un tiempo como un punto de reunion de los constitucionales amantes de su patria; bien pronto como inútil, ya por su inercia, ya por ver en ella ciertos hombres cuyas opiniones estaban en el fondo lejos de un medio justo y de las que profesaban la mayor parte de los individuos de la Sociedad constitucional , nada hizo sino sentir en silencio la triste suerte del Estado, pues los ministros, fatigados y comprometida su delicadeza, se decidieron á abandonar sus puestos despues de las célebres sesiones de 9, 10, 11 y 13 de Diciembre.»

La narracion del señor marqués parece la más exacta de cuantas se han hecho acerca de ella, á pesar del carácter de dulzura y de justo medio con que está aderezada, ó, al mo- derno decir, confeccionada.

En el mismo sentido se expresa el autor anónimo de la Historia de la vida y reinado de Fernando VII (tomo II, pág. 280), el cual añade que fueron fundadores de ella Martinez de la Rosa, el conde de Toreno, el duque de Frias y Calatrava (1), y que se titulaba Sociedad de los amigos de la Constitucion, siendo presidente el príncipe de Anglona.

No pasan por esta descripcion los partidos extremos, los cuales hablan de los anilleros como de una sociedad secreta de gran importancia. El artículo antes citado del tomo xxv de la Biblioteca de Religion, á la pág. 69, la describe así:

«Las dos sociedades rivales continuaban combatiendo sobre las ruinas del imperio español, cuando algunos hombres, acaso ménos ambiciosos, reflexionando sobre los males que inevitablemente iban á seguirse, y que necesariamente debían arrastrarlos tambien á ellos en la ruina de su pátria, idearon oponer un dique á tantas desolaciones, y se reunieron para formar un partido en sentido contrario. Esta nueva asociacion recibió el nombre, ó más bien el sobrenombre de Anilleros. Se vieron correr á ella multitud de masones y de comuneros, que, no esperando progresar, ni áun subsistir, segun el método adoptado en sus clubs respectivos, los abandonaron en parte para refugiarse en esta nueva sociedad, que miraban como una tabla que podia salvarlos del naufragio. Su objeto era reformar la Constitucion; convencidos de que estaba llena de vicios esenciales y de que era enteramente democrática; pero desengañados muy tarde, su proyecto fue vano, porque el edificio no podia

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(1) ¡Calatrava tambien anillero! Tu quoque, fili mi! Poco antes le llama el anónimo (pág. 270) «especie de Prometeo politico (Poteo, querria decir), sin opinión fija.»