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tía: y el Grande Oriente se estableció en Madrid bajo la denominación de Santa Julia.

»Desde esta época hasta la que precedió inmediatamente á la revolucion de 1820, la historia de la masonerías ofrece poco interés é importancia, porque no se le permitió influencia alguna en los acontecimientos políticos; pero en 1815 y 1816 la secta tomó un nuevo carácter. Los malcontentos, los liberales y muchos oficiales prisioneros, de vuelta á su patria, ayudados por muchos de los jefes de los afrancesados, organizaron lógias independientes, que reconocieron inmediatamente la supremacía de un Grande Oriente liberal instituido en Madrid, mientras que el de Santa Julia ó Santa Bárbara perdió el cetro de la masonería española. Este último se sostuvo sin poder y sin influencia, y desapareció con los anilleros , de que hablaremos despues. »El espíritu revolucionario creó el nuevo Grande Oriente, que trabajó por largo tiempo en el secreto de sus tinieblas: las lógias se multiplicaron, y la grande revolucion de la isla de Leon no tardó en estallar. Esta obra de la masonería, preparada hacía muchos años, meditada y sostenida en las lógias por cinco de los diputados á las Córtes más atrevidos y mas inconsiguientes, fue ejecutada por Ouiroga, Riego y los otros jefes militares, que cometieron el perjurio más escandaloso.

»Proclamada la Constítucion, el gobierno organizado segun sus bases fué puesto enteramente en manos de los masones; éstos ocuparon todos los destinos, y la España se asemejó bien pronto á una provincia conquistada que les pertenecia exclusivamente; pero el repartimiento y distribucion de los frutos de la victoria no pudo hacerse sin chocar y herir la ambicion de los particulares. Las rivalidades personales produjeron las contiendas más sérias entre los masones; muchos de ellos, creyéndose despreciados, o desatendidos en la repartícion del botín, se separaron de la Sociedad-madre; y guiados por algunos particulares que tenían cierta influencia, levantaron otro poder por la creacion de una nueva secta.

»Los miembros de ésta tomaron el nombre de comuneros, titulo que les recordaba la antigua rebelion de algunos vasallos de Carlos V, y que ellos adoptaron con entusiasmo á causa de la semejanza de principios, sin que en el espíritu de estos ciegos imitadores cayese el pensamiento de que podrian tener la misma suerte que tuvieron los que habían tomado por modelos. De todas partes corrian gentes alucinadas á esta reunion, que fué acompañada de ciertos prestigios; y como por otra parte los adeptos no se mostraron escrupulosos en la admision de los profanos, el número de