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ro de ochenta millones que habia recibido, por todo aquello: de lo que han de comer otros, ya lo comeré yo antes.

»Para que se vea cuán verdad es esto, voy á copiar aquí, como prueba entre várias. un apunte que se publicó en Londres en 1836, referente á este asunto.

»Lo que se recibió con estos empréstitos es incalculable: al tesorero general D. Domingo Torres se le desaparecieron de las manos, sin saber cómo ni cuándo, unos ochenta millones de reales (1); por aquello de riñen los pastores y se descubren los hurtos, el asunto se hizo público; llega á noticia de las Córtes, se alborota el cotarro, levantan el grito hasta el cielo algunos diputados, se nombra una comision. se forma expediente, aparece justificado el robo, separan de su empleo al Sr. Ferrer, claman por su castigo algunos periodistas liberales, abrigan en su favor los publicistas ministeriales, que eran los más... el expediente no se concluyó y... ¿qué haremos? ¿qué no haremos? Que diga el Sr. Argüelles que acaba de recibirse mason (2): el Sr. Torres es un hermano muy apreciable, está en el Grande Oriente. Si este negocio continúa, el crédito de todos sus compañeros va á tierra. El reintegro es imposible, porque se hizo la distribucion á prorata (3), y cada uno llevó como V. E. la parte que le correspondió. El Sr. Argüelles pidió el expediente, se quemó de su órden, y asunto concluido. Y las Córtes, ¿qué hicieron entónces?—Nada.»

Hasta aquí el papel publicado en Lóndres y reproducido en el tomo III, pág. 284 de la primera edicion de los Misterios de las sociedades secretas, omitido no sé con qué fundamento en la segunda, como tambien esta cláusula, que sería lástima se perdiera:

«El divino Argüelles tenía grandes virtudes, y sobre todo era muy agradecido. Para corresponder con cierto marino, que no sabía leer ni escribir, y del cual se contó le habia hecho cierto servicio en Ceuta, creó una nueva jefatura política en Algeciras, nombrando propietario de ella al referido marino, con el haber de diez mil reales mensuales.

»Por este estilo fueron otros muchos que enriquecieron en muy poco tiempo. Mendizábal, por ejemplo, llegó á girar millones poco despues de estar en bancarota...

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(1) De seguro que los ochenta milloness no fueron para Lozano de Torres ni para los ministros en su mayor parte, sino que entraron en las cajas del Grande Oriente, para los gastos y sobornos de la francmasoneria; y aun cuando se quedasen todos ellos con no poca carne entre las uñas, pudieron decir que no se los habían apropiado, sino que eran para los gastos secretos hechos en defensa de la santa libertad.

(2) El comunero ó progresista que escribió esto no podia ignorar que Argüelles era francmason desde antes de la guerra de la Independencia: aludirá a alguna iniciacion en grado superior.

(3) Misterios, etc.., tomo III, pág. 282 de la primera edicion: omitido en la segunda.