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en breve su camarilla como la había tenido el Rey; y cuando se dividieron en partidos, cada uno de ellos tuvo á su vez una camarilla que dominaba al gobierno. La raíz de estas camarillas preciso es buscarla en las sociedades secretas. Salidos los ministros del seno de la francmasonería, que los habia levantado, ésta los seguia dominando, cobraba los intereses de su protectorado, recomendaba para los destinos á los adeptos de ideas mas avanzadas, cuya reputacion artificial y mañosamente iba formando la lógia, á veces para suplantar al ministro de cuyas manos arrancaba el destino con la mira de enaltecer y condecorar a un jovenzuelo, que, sin aquella proteccion secreta, hubiera vegetado toda su vida en el rincon de una oficina, donde apenas valía. para desempeñar un empleo subalterno. Y á su vez la lógia pedia recursos, y habia que dárselos á título de indemnizacion, y los ministros, que necesitaban tambien rehacer su fortuna ó hacerla, si nunca la habían tenido, disponian de los fondos públicos cual si fueran suyos confiando en que la lógia misma, á la cual sirvieran, encubriría sus despilfarros en contrato innominado do ut facias.

Argüelles, á quien sus partidarios y biógrafos pintan como una especie de Arístides y Focion, estuvo muy lejos de serlo, y hubo de señalarse ya desde su primer ministerio por el modo desvergonzado con que manejó los caudales públicos y enseñó á que los manejasen sus compañeros. El Sr. Riera y Comas, en sus Misterios de las sociedades se- cretas, resume en los siguientes párrafos la conducta politica y la gestion económica del Divino (1):

«En primer lugar, el Sr. Argüelles (y lo digo sin temor de equivocarme) apropióse setecientos veinte mil reales del Erario; é interpelado alguna vez por este motivo, contestó muy oportunamente que, suponiendo que él hubiera sido ministro desde que cayó la Constitucion en 1814, le hubieran tocado ciento veinte mil reales anuales de sueldo, y que, atendida esta circunstancia, le parecía muy justo cobrarse por sí propio los sueldos atrasados. Los demás ministros, que estaban siempre á la mira de las acciones de su Divino para imitarlas, se penetraron de la justicia que asistia á Argüelles para tal apropiacion, y en este concepto cada ministro se cobró por si sólo el sueldo atrasado de setecientos veinte mil reales.»

Despues de referir otras várias dilapidaciones, añade: «De D. Domingo Lozano de Torres, tesorero general de estos empréstitos, se cuenta que perdió, ó no supo el parade-

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(1) Tomo III, pág. 280 de la primera edicion. En la segunda edicion, pág. 487 del tomo I, faltan algunas de estas cláusulas, que se han omitido no sé por quién ni con qué intencion. CasuaImente eran lo único bueno que tenía el libro.

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