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ciones, y ya Madrid empezaba á apercibirse de los agentes secretos que, creyendo consolidar la revolucion, la minaban desacreditándola, y ya veía CON ESCÁNDALO LÁS ASQUEROSAS REUNIONES llamadas sociedades patrióticas, que en los cafés de Lorencini y de San Sebastian presentaban una copia servil de los clubs del año 1789 en Francia (¡!)Ya el hombre observador se disgustaba de que la hez de la sociedad quisiese tomar la iniciativa de las reformas, y observaba al mismo tiempo que aquellas reuniones no eran más que unos ecos miserables de otras, cuya existencia, cayos deseos é intenciones, si bien por entonces no eran más que consolidar la revolucion, dejaban ver la ambicion de mando, que era su término. Ya, en fin, la capital había presenciado el primer ensayo, que anunciaba nuevos e inauditos desórdenes, en el dia 16 de Mayo de 1820, en cuya noche, en medio de un verdadero motin, se representó al Rey por el club del café de Lorencini para que separase del ministerio de la Guerra al marqués de las Amarillas. El club del café de la Fontana de Oro ya presentaba en esta época otra importancia que los de San Sebastian y Lorencini. Personas de otra influencia y otra categoría, aunque no de gran opinion pública, se presentaron como candidatos y oradores.»

A pesar de lo que dice aquí el autor, el club de la Fontana de Oro, aunque masónico y moderado, fué el peor de todos ellos, pues así como la tiranía más insoportable es la que se ejerce al grito de ¡viva la libertad! así tambien la peor do las anarquías es la que se lleva á cabo en nombre del órden. Los patrioteros de la Fontana de Oro tomaron el título de Amigos del órden. ¡Buen órden el que desordenaran ellos ! Por vía de órden se lanzaron al camino de las peticiones, y el 13 de Julio hicieron una representacion contra los Persas. Las Sociedades patrióticas de Valencia y de Sevilla, á instancias de sus respectivas lógias, y éstas, excitadas por las de Madrid, hicieron coro al club de la Fontana, pidiendo tambien contra los Persas. Y al fin, ¿qué habían hecho éstos mas que ejercitar su derecho de peticion al Monarca, como lo ejercitaban ellas? Y si la Constitucion del año 12 no les gustaba á los Persas, ¿que derecho tenian los masones para imponerles su opinion y exigir que les gustara?

Es tanto más de notar esto, cuanto que ya los liberales andaban divididos en constitucionales de 1812 y constitucionales de 1820, alegando los segundos sus modernos méritos en el alzamiento, los otros sus antiguos padecimientos, y mostrándose los doceañistas fanáticos defensores de su Constitucion casi idolatrada, al paso que para la gente jóven y de accion principiaba á ser objeto de vilipendio y pedían otra nueva y más flamante. ¿Cómo, pues, los hombres de la