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»A nadie se oculta que semejantes sociedades, existentes en Europa de poco tiempo á esta parte (1), no pueden dejar de ser esencialmente contrarias a la estabilidad de los gobiernos, y áun á la buena administracion de los Estados, pues creando un interés de asociación , contrario, por lo mismo, al interés general, fomenta las ambiciones particulares, y acaba por hacer la guerra á los que dirigen los negocios públicos, hasta lograr ponerlos en manos de sus individuos y hacer en su provecho el más escandaloso monopolio (2). Así fué que en España crecieron, á par de la revolucion, y unos por alcanzar empleos, otros por conservar los suyos, y otros, en fin, por hallar un asilo á la peticion, se apresuraron á afiliarse en ellas, y desde luego en la que entónces se llamaba Masonería regular de España.»

De seguro que no lo hubiera dicho yo en tan bellas y oportunas frases como el señor marqués de Miraflores, ni se creería tampoco, si yo lo dijera bajo mi palabra, cual habrá que creerlo diciéndolo tan importante testigo. Pero aún lo es más el párrafo siguiente, de gran edificacion para los españoles amantes de la independencia nacional:

«Un gran número de diputados subieron al Congreso desde las lógias, con ideas de rivalizar á los que por su opinion anterior ó sus padecimientos estaban identificados con el nuevo sistema político, y á esta clase pertenecieron casi todos los americanos, los cuales, elegidos en Madrid en clase de suplentes, y algunos de ellos como representantes de las provincias insurreccionadas, mal podian contribuir á la consolidacion de un sistema político que dejase expedita la accion del gobierno para ocuparse de aquellas regiones casi emancipadas de la metrópoli.

»De aquí provino mas de una vez el triunfo del partido que para mal de España nació en las Córtes á poco tiempo de haber abierto sus sesiones, y que, en vez de labrar la felicidad nacional, precipitó la ruina del sistema político á que debía su existencia. »La ley de Señoríos, la de mayorazgos, la de sociedades patrióticas, y algunas altamente funestas, las decidieron los americanos en las votaciones por sú número…… ………………………………………………………………………………. »Una célebre escritora de nuestros días dijo con lógica exactitud que apenas se establece en un gobierno un poder

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(1) Estupenda noticia, cuando hacía siglo y medio que las habían condenado los Papas.

(2) Es cabalmente lo que vemos ahora desde Octubre de 1868, en que los unionistas, progresistas, cimbrios y republicanos, como quien dice, masones regulares, irregulares, comuneros y carbonarios, nos dan el agradable espectáculo de repartiese los destinos, gruñendo siempre que saca tajada un perro de otra de las tres razas.