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del mar, por cuya razon habian demorado con varios pretextos su embarque, y sentian sobremanera dejar su patrio suelo y renunciar las comodidades a que estaban acostumbrados. Habia llegado el momento en que ya no había recurso ni arbitrio para evadir el cumplimiento de la terminante orden, por la que el Rey fijaba el día en que se habia de verificar la marcha : resueltos entónces á morir más bien que á emprender un viaje tan penoso, se resolvieron á realizar el temerario é inicuo proyecto de sublevarse, y para cohonestar su rebeldía proclamaron la Constitucion.»

El autor de este párrafo, que habia residido en América y estaba en España relacionado con americanos, no dice aquí toda la verdad, ni lo que sabía y debía decir; pues no ignoraba el cohecho y las cantidades que los sublevados recibieron de los insurgentes ultramarinos, ni tampoco los manejos de las sociedades secretas, acerca de las cuales se hallaba, y tenía motivos para hallarse, muy enterado ; pero hace lo que todos los sectarios, esto es, hablar de todo menos de lo que principalmente vendria al caso, y encubrir la verdad, buscando las causas aparentes, á fin do no alegar las verdaderas y ocultas. Graves debian de ser éstas en la mente de un escritor tan osado, cuando echó sobre Riego y demás insurrectos la nota de cobardes, para disimular la de ganados por dinero.

El autor sigue faltando á la verdad cuando afirma que la sublevacion de Riego llegó á noticia de los liberales como un acontecimiento extraordinario, y que trabajaron todos á la vez y cada uno en el punto en que se hallaba para que las ciudades y pueblos siguiesen el mismo ejemplo. ¿Cómo les habia de parecer extraordinario lo que estaban preparando hacía seis años, y en una serie incesante y no interrumpida de conspiraciones militares?

La conspiracion venía de muy atrás, como queda probado: los liberales todos estaban iniciados en ella, y no solamente no les sorprendió, sino que la esperaban por, momentos. Pero el pueblo, el verdadero puebló, sediento de reposo, ni la esperaba, ni la deseaba, ántes bien la aborrecia.

Así lo acreditaron el ningun éxito de la tentativa de Riego sobre Cádiz, donde le detuvo Córdova con un puñado de tropa, y su expedicion por Algeciras y otros puntos de Andalucía hasta Córdoba, donde entró con quinientos hombres, famélicos, aburridos y desmoralizados, único resto de los mil quinientos que habia sacado de las inmediaciones de la Isla. Ni un solo paisano se le unió. Es verdad que algun bandido gritó ¡Viva la Constitucion! como suelen hacer en tales casos todos los ladrones, tahures y contrabandistas, cualquiera que sea el grito y cualesquiera que sean sus opiniones, si las tienen.