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templo maldito y dispersados los huesos, objeto de tanto sacrilegio.

Preguntóle el magistrado de la ciudad si se comprometia á cumplir lo que había ofrecido; y con la afirmacion del diácono, llevado de su ardiente fé, se procedió á la destruccion del templo y dispersion de los huesos del supuesto mártir Arnaldo.

Por desgracia, al dia siguiente ocurrió un gran incendio, que devoró una gran porcion de casas en la ciudad. Es muy posible que este fuegos fuese procurado por los herejes mismos, pues ellos trataron de explotar aquella desgracia concitando al pueblo contra el virtuoso diácono, y acusándole de que, en vez de agua, sus palabras sólo producían fuego, y acreditaban lo vano de sus promesas.

Quiso Dios que lloviera con abundancia dentro del plazo de los ocho dias, con lo cual se reanimaron los campos y aseguró la cosecha. Aprovechó el diácono aquella ocasion para volver sus predicaciones contra los herejes, y avergonzados de su derrota, los principales fautores huyeron de Leon.

Mas no por eso dejaron de persistir en sus errores, valiéndose de diferentes supercherías. Era una de ellas esparcir por los montes y los campos algunas cartas muy perfumadas, en que, á vueltas de algunas cosas vulgares y católicas, se intercalaban solapados errores. Recogian los pastores aquellas cartas, entregábanlas á los sacerdotes rurales, y éstos, demasiado candorosos , creyéndolas celestiales avisos, las comunicaban al pueblo, inoculándole así incautamente el virus del error y la herejía. Al modo de los modernos protestantes, facilitaban la salvacion con sólo creer; copiando y propalando aquellas cartas, retraian de la confesion y del ayuno, y negaban las tradiciones de la Iglesia.

Sospechando, con razon , el diácono D. Lúcas acerca de aquella superchería, salió con algunos socios, y por mandado del obispo D. Arnaldo recorrieron aquellos montes, en los que hallaron á un hombre mordido por una culebra, que daba grandes alaridos: era el mismo que desparramaba las cartas, de las cuales llevaba una gran cantidad para esparcirlas. Conducido á presencia del Obispo, y arrepentido de sus maldades, confesó sus culpas y ademas declaró las bellaquerías de sus cómplices y los parajes donde tenian sus guaridas y secretas reuniones.