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cabeza en la puerta de Alcalá, teatro destinado para su tragedia (1). Asi es que sólo pudo traslucirse que existia una conjuracion, y que sus autores habian tratado de quitar la vida al Rey; pero sólo dos eslabones se habían roto, y sus indivíduos, a excepcion de Richard y del cirujano Baltasar Gutierrez, habíanse escondido ó fugado: los demás, á quienes por despecho de no poder encontrar el centro de la trama condenó al patíbulo el bando dominante, estaban inocentes.

»En este número se contaban D. Vicente Plaza, sargento mayor del regimiento de húsares, y un ex-fraile sevillano, llamado Fr. José, que, habiendo empuñado las armas en 1808, habia ascendido á capitan en el trascurso de la guerra. Perdido el gusto á la vida monacal, y apremiado por los decretos terminantes del gobierno á volver á su convento, había venido á la córte á solicitar el permiso de seguir la carrera militar, pues, aunque profeso, no tenía órdenes sagradas. Negáronle la gracia que pedía, y escondido en Madrid, despechado y sin medios de subsistencia, conoció, por su desgracia, á uno de los delatores, quien le presentó á Richard. Compadecido el comisario do la situacion y miseria de Fr. Jose, sin descubrirle el plan que llevaba entre manos, ni decirle su objeto, le anunció sólo que no le faltaria remedio en su infortunio si se unía á los buenos ciudadanos. Prometiólo así el fraile, y Richard le facilitó dinero (2), citándole para una próxima entrevista, que no se verificó por el contratiempo de la delacion. Preso el desgraciado joven y formada causa, de los doce jueces que entendieron en ella, cinco votaron en su favor y siete le sentenciaron al suplicio de la horca: mandó el Rey que se fallase en revista, y segunda vez obtuvo votos favorables: á pesar de tan grave circunstancia, y de haber ignorado el fin de los conjurados, el Monarca ordenó que se ejecutase la muerte en horca, porque lo que se quería eran victimas que expiasen el crímen, brillase ó no en ellas la inocencia.

»La rabia que inspiró á la camarilla el no poder penetrar el secreto de los conjurarlos, precipitó á sus individuos en los mayores excesos. Fernando mismo mandaba en órdenes reservadas dar tormento á diferentes personas para que levantasen el velo de una conspiración que no conocían. Así sucedió, entre otros, á D. Juan Antonio Yandiola, que más adelante sufrió el terrible tormento conocido con el nombre de grillos a salto de trucha.»

Algo de esto le sucedió tambien á Van-Halen, segun se

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(1) Querrá decir con ese su la tragedia de Fernando VII, en que Richard debía hacer el papel de Bruto, cerca de la puerta de Alcalá.

(2) ¿De dónde salia el dinero? Richard no era rico para prodigado.