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pronunciarse, y la Audiencia tampoco. Porlier ofició al comandante general D. José Imaz que se adhiriese al levanta- miento. Este se decidió á combatir la sublevacion, y al efecto reunió las escasas fuerzas de que podia disponer, contan-do con la cooperacion del clero de Santiago.

Dícese que estos ganaron al sargento primero de marina Chacon, y que este fué el que sembró la desconfianza entre los soldados liberales. Es lo cierto que Porlier fué sorprendido y preso en Ordenes, el dia 23 por la noche, y que aquel dia por la mañana la tropa de la Coruña se desbandó en su mayor parte, luégo que supo que en Santiago no querian pronunciarse, y que sus jefes la habian metido en un mal paso. Se vé, pues, que si la conspiracion no era popular, tampoco era militar de parte de los pobres soldados, sino sólo de los jefes. ¡Como siempre!

El desdichado Porlier, jóven de excelente corazon, víctima del furor sectario, á que ligó su suerte, entró preso en la Coruña el dia 26, y fué puesto en la Inquisicion, juzgado militarmente y tratado, segun dicen, con grosería, saliendo de allí para ser ahorcado el dia 3 de Octubre. Murió con religiosa y digna resignacion, dando muestras de buen católico. La despedida á su esposa es una carta llena de gran ternura, como tambien el epitafio escrito en su testamento con un poquito de vanidad y paganismo: «A quí yacen las cenizas de D. Juan Diaz Porlier, general que fue de los ejércitos españoles; fué siempre feliz en cuanto emprendió contra los enemigos externos de su pátria, y murió víctima de las disensiones civiles. ¡Hombres sensibles a la gloria, respetad las cenizas de un patriota desgraciado!» Se le olvidóel pagano S. T. T. L., que cuadraba á este epitafio más que el cristiano R. I. P., que tambien se le olvidó.

En los apéndices puede verse la lista de los oficiales castigados con este motivo, y tambien la de otros perseguidos.

Podria dudarse si actuaban ya entónces las lógias masónicas en Galicia; pero un autor nada sospechoso en esta parte, dice, hablando de aquella y otras conspiraciones (1):«Sembrábase por el suelo pátrio la ponzoñosa simiente de las sociedades secretas, que, cuando se aclimatase y desarrollase había de emponzoñar el aire y levantar turbulencias y desgracias. Establecíanse las lógias masónicas en las más florecientes ciudades, y embrazando en la oscuridad de la noche la palanca con que pensaban derrocar el despotismo, aplicábanla a los diferentes ángulos del pedestal de la tiranía, sin medir sus propias fuerzas, ni calcular el peso inmenso del coloso.»

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(1) El autor de la Historia de la vida y reinado de Fernando VII, torno II, pág. 87.