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Junta suprema, de la cual se erigió en presidente. Cuatro dias despues los republicanos le echaron a puntapiés, expulsándole del territorio en un buquecillo; justo castigo de su indecente traicion (1). Mas no quedaron tambien sin la nota de traidores y de vendidos á las sociedades secretas muchos de los marinos.

«El capitan de navío D. Miguel de la Sierra, teniendo un tercio más de fuerza que los enemigos, fue apresado con trece buques por los disidentes de Buenos-Aires, y á la vista de Montevideo. Poco tiempo despues fué apresada, tambien por sorpresa, la fragata Esmeralda, fondeada en el Callao de Lima, en la que lord Cochrane, autor de esta empresa, halló ocupados y divertidos en el juego al capitan de ella D. Luis Coy con sus oficiales.

»La fragata Céres, mandada por el capitan de fragata Espino, fue apresada en el golfo mejicano por los corsarios de Colombia, habiendo tenido igual suerte la fragata Isabel en el puerto de Talcahuano, en donde fué vergonzosamente entregada por el capitan de navío Capaz (2).»

Otros actos vergonzosos de abandono, cohecho y defeccion refiere el mismo Presas, que se omiten por no hacer más doloroso y repugnante este cuadro. Basta decir que el estado de nuestra marina, casi toda ella masónica en 1817, y dependiente del consejo masónico de Granada y de Madrid, era tal, que el ministro del ramo pasaba al de Hacienda una comunicacion, con fecha 11 de Abril (3), principiando con estas ignominiosas palabras, más afrentosas aún para el gobierno que para la marina: «Excmo. Sr.: Siguiendo los principios de cuanto en oficio de esta fecha manifiesto á V. E. respecto á los males que afligen á los departamentos de marina, me veo en la precision de decir á V. E. que nadie cumple con lo que se le manda...»

¡Pero qué extraño es que tal sucediera si el general de marina Hidalgo de Cisneros, expulsado de Buenos-Aires por los insurgentes, á quienes había favorecido, al regresar á España logró ser nombrado capitan general del departa-

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(1) «Mas á los cuatro dias le dieron el justo pago que de ordinario reciben los traidores en premio de su perfidia.» (Idem, pág. 50.) ¡A este hombre lo hizo Fernando VII ministro de Marina!

(2) Cosas horriblemente sarcásticas sobre la capacidad del Sr. Capaz dijeron los periódicos el año 1843, cuando se desataban en insultos contra los llamados Ayacuchos, ó partidarios de Espartero, las cuales no deben ser repetidas, pues son hasta inverosímiles. Sr. D. Cesáreo Fernandez, en su vindicación de la Marina española contra mi Historia, lleva á mal la enumeración de estos hechos. Yo no escribo contra los marinos honrados. Creo que aquellos no hubieran sido cobardes ó traidores si no hubieran sido francmasones. La bizarría y lealtad de los que no lo son es pública y notoria, y yo soy el primero en reconocerla.

(3) Pag. 151 del tomo IV de la Coleccion de decretos.