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Bien es verdad que poco despues muchos de los que habian venido á España con los mulsumanes, y de los que habia anteriormente, tanto aquí como en las Galias, marcharon á Siria, donde se habia sublevado un impostor llamado Zonarias, que se decia el Mesías verdadero y el Rey prometido para la libertad del pueblo israelita.

Su genio conspirador y sombrío llevó bien pronto á los israelistas que habían quedado aquí á tramar conjuraciones secretas contra los muslimes, sus antiguos aliados. Compréndese fácilmente que los muzárabes trataran de sublevarse contra éstos defendiendo así la religion y la independencia de la patria oprimida, por la cual un puñado de guerreros peleaba con buen éxito en las montañas del Norte, perolos judíos, ¿qué podian esperar de su lucha con moros y cristianos?

Várias son las conspiraciones de que dan cuenta las mismas crónicas árabes, siendo notable entre ellas la del año 828 en Toledo, de cuyas resultas los musulmanes trataron de despoblar aquella ciudad, expulsando de ella á los árabes y judíos, ó por lo menos desmantelar sus muros.

Los judíos llegaron á ser más aborrecidos de los musulmanes que de los cristianos mismos. Durante la Edad Media, se los vé, odiadas en toda Europa, fomentando los vicios de los príncipes y de los magnates, dándoles dinero para ellos, arrendando las contribuciones para tener así el derecho de vejar á los pueblos exhaustos, y ganar el 200 por 100, marchando en pós de los ejércitos para comprar al vencedor los despojos del vencido, siquiera éste fuera su propio convecino, y regateando al soldado el precio de un botin que no podia llevar. Así eran en todas partes objeto, aún más que de ódio, de sumo desprecio.

Pero esta situacion precaria y abyecta les obligaba á la vez á tomar exquisitas precauciones, á vivir con recato, misterio y gran desconfianza; á tener signos secretos y contraseñas con que darse á conocer, ó, por mejor decir, reconocerse, apoyarse y congregarse mútuamente, espiar á sus adversarios y opresores, difamarlos sistemáticamente, sembrar entre ellos rencillas y desconfianzas, vengándose así de sus dominadores, y tomando á veces parte en sus intrigas y maldades para abandonarlos cuando ya estuvieran comprometidos.

No teniendo pátria, y viendo su nacion dispersa, preci-