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do VII, Los liberales tienen razon para quejarse de él, pero no la tuvieron por eso para hacer lo que hicieron. El historiador imparcial y católico no puede dar la razon ni á él ni á ellos: todos se portaron á cual peor.

La prision de los diputados á Cortes fue una crueldad tan impolítica como innecesaria, cuando bastaba con enviarlos á sus casas y vigilarlos. No fueron menos impolíticos otros actos y medidas de gobierno, que los liberales llevaron con tanta mayor impaciencia, cuánto que, á ser ciertas las noticias que circulaban, el Rey, durante su residencia en Valencey, se había afiliado en la francmasonería, y en este concepto tenian derecho á mirarle como hermano y como cosa suya, pues el mason pasa á ser cosa de la sociedad, como el siervo de su señor (1). Y con todo, Fernando VII asistia á los autos del Santo Oficio y se colgaba la medalla con la cinta verde.

¿Será cierto que aquel hombre de ideas rancias y de costumbres modernas, como le llamó Chateanbriand, fuese francmason? Yo me inclino a creerlo; pero (como he dicho en otros casos análogos) no me atrevo á afirmarlo. Ello es que, no los liberales, sino aun más los realistas desde el año 1827 al 33 lo creian y lo propalaban así, como veremos luego; y á quien sepa las bajezas que hizo durante su cautiverio en Francia, su mala conducta privada, y su escaso catolicismo (fuera do las exterioridades), no le costará mucho trabajo el creerlo, ni entregar su nombre a la francmasonería para que lo coloque entre sus venerables.

Por mi parte, no aplaudo las exageraciones de algunos realistas en 1814, y menos las medidas de proscripcion adoptadas por Fernando VII contra los diputados liberales, dando a muchos de ellos una importancia que no tenian, máxime cuando eran sujetos en general tan dúctiles y maleables, que, á poco que los hubiera halagado Fernando VII, habrian renegado de la Constitucion y abjurado de levi y aun de vehementi, si el empleo merecia la pena. La mayor parte de ellos tuvieron que ser héroes por fuerza.

A pesar de las amañadas narraciones de D. Lorenzo Villanueva, y de los que á ciegas le han seguido, es lo cierto que el pueblo de Madrid, en su mayor parte, odiaba ya la Constitucion, que las Cortes, en los últimos dias de su existencia, hubieron de cometer atropellos y dedicarse á intri-

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(1) Persona bien informada y de confianza me asegura haberle dicho su padre, rico propietario de Andalucía, que al visitar á Fernando VII en 1815, le hizo signos masónicos.

Otro sujeto, hijo de un alto personaje de la córte, me asegura que su padre encontró entre los papeles de un ministro difunto de Fernando VII una noticia de la recepcion de éste en la logia de Valencey el día 16 de Julio de 1812, y que por consejo de D. Tomás Gonzalez, confesor de la Reina, a quien enseño aquel documento, fue rasgado y quemado en en acto.