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los nombres de los supuestos reos y de los danzantes que bailan en ella en calidad de testigos, y otras cosas no menos humillantes para el fiscal que ajenas de un jurista, que ha ejercido este empleo, la ponen en la clase de libelo el mas infamatorio de cuantos han salido de la prensa.»

Si á su vez el fiscal llama al P. Strauch convulsionario y fanático, éste le vuelve otras calificaciones no menos fuertes, como la de calumniador a quien admiraría Machiavelo, llama cleriguillo al testigo Manera, antorchero á don Joaquin Perez de Arrieta, y doctor sin matrículas á otro de los que figuraban contra él en el proceso.

Si esto era en la cárcel:¿qué sería en el púlpito? Tenía mucha razon en quejarse del fiscal, como la había tenido para declamar contra la Aurora y los malos libros; pero hacía muy mal en usar aquel lenguaje poco propio del decoro de un religioso, y ajeno de la caridad cristiana, pues predicar humildad en el púlpito y volverse cual víbora pisada contra el perseguidor, no se avienen y armonizan mucho que digamos. Porque haya razon para combatir una cosa, no la hay para usar de malas y descomedidas formas.

Como este caso pudieran citarse otros muchos; pero basta con uno para formar idea.

La causa del supuesto general Audinot fué una de las mayores infamias que por entonces cometieron algunos realistas de Andalucía. El marqués de Miraflores la describe así (1): «Conociendo los enemigos de las reformas que el modo más seguro para desacreditar á los corifeos del partido liberal era presentarlos como partidarios de Bonaparte, y unidos con él en sus proyectos, buscaron para este efecto á un miserable aventurero, el cual se dejó prender por un regidor de Baza á fines de 1813, diciendo que era D. Luis Oudinot (2), teniente general francés, casado con una señora de Burdeos, y enviado á España por Napoleon y su Consejo de Estado, como espía o agente oculto para la ejecución de, sus miras, de acuerdo con muchos partidarios. Despues de haber complicado como tales á algunos honrados españoles de aquellas inmediaciones, hizo otra manifestacion por escrito, en que repetia la clase y objeto de su viaje á España, que era el proyecto de establecer una república con el título de Iberiana (3), y á cuya cabeza estaba el príncipe Ta-

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(1) Apuntes histórico-críticos para escribir la Historia de España de 1820 a 1823, pág. 14.

(2) El actor de la Historia de la vida y reinado de Fernando VII, tomo II pág. 11, le llama Andinot como era supuesto, puede ser el nombre de ambos modos.Se llamaba Juan Berteau, y era un pillo, criado de la duquesa viuda de Osuna.

(3) Bullía ya entonces en algunas cabezas calientes la idea de la república Ibérica, que ahora trae dividida á la masooeria. De tales ideotas, que oían los realistas á varios liberales, surgió quizá la de forjar esta calumnia.