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§ XXIX.

Conspiraciones realistas: falsas imputaciones á los liberales: Junta apostólica: Amoristas.

La imparcialidad, que debe campear siempre en todos los escritos históricos, me obliga á presentar tambien algunas noticias acerca de las conspiraciones de los realistas contra los liberales. El fin no santifica los medios, y por santos y laudables que fueran los fines que se proponían los realistas á favor del Altar y el Trono, segun su divisa, aun dado (que no es poco) que este fuese el fin de todos ellos, no tenian derecho para hacer como santo lo que vituperaban en los liberales como perverso. La historia de las sociedades secretas de España no debe reducirse tan sólo á tratar acerca de la francmasonería: preciso es decir la verdad á todos, siquiera esto cueste por lo comun no pocos disgustos.

Los liberales de Cádiz, charlando mucho y trabajando poco, perorando en los clubs en lugar de tornar un fusil en las guerrillas, hicieron muchísimo daño á la causa de la independencia, y hablando siempre de libertad, fueron los primeros que desplegaron una intolerancia insoportable y fanática, hija de su furor sectario. Las intrigas escandalosas contra la Regencia, la persecucion de ésta, el perjurio de los diputados, promovido por un clérigo liberal y fanático, Muñoz Torrero, los atropellos contra el diputado realista Valiente, los insultos continuos en la tribuna y en la prensa, el irritante apodo de serviles con que el periodista Tapia hirió á los realistas, y las groseras injurias de Gallardo en su Diccionario crítico-burlesco, pidiendo que los Obispos echasen bendiciones con los pies, colgados de una soga, exasperaron á los hombres de bien.

Los realistas principiaron á valerse de los mismos medios para combatir á los liberales, y á veces con tanta destemplanza, que sobrepujaron á éstos. ¡Triste espectáculo cuando algunas bombas del enemigo caían en las calles de Cádiz! ¡Quién no se rie de los bizantinos que disputaban sobre la luz del Tabor, miéntras los turcos asaltaban las murallas de Constantinopla! ¡Quién entra á discutir si tenían no tenian razon los partidarios de la luz increada! ¡Cómo no hubo allí un hombre bastante católico y bastante patriota para apostrofar á unos y á otros y hacerles abrazarse, en vez de concitar los ánimos de hermanos contra hermanos!

Llevaban los liberales á la tribuna pública una multitud

Tomo I.