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za moral ninguna: la prensa misma de Cádiz la insultaba á mansalva todos los dias, las sociedades secretas la tenían minada, y sus mismos empleados y dependientes, vendidos á éstas, se burlaban de ella y de su autoridad.

El art. 2.° de la convocatoria de 29 de Enero decia: «En consecuencia se expedirán inmediatamente convocatorias á todos los Rdos. Arzobispos y Obispos, que están en ejercicio de sus funciones, y á todos los grandes de España en propiedad, para que concurran á las Córtes en el día y lugar para que están convocadas.» Faltando á lo mandado, no se pasaron tales convocatorias, y los oficiales escondieron este papel, que se encontró mucho tiempo despues, y Calornarde entregó copia de él á Lardizábal, el cual lo publicó. Las revelaciones que sobre esto hizo el regente Lardizábal (página 17), indican lo mal servida que estaba la Regencia, y por otra parte algo de incuria y flojedad en ella (1): «Esto queda para mí, dice, en el estado de un misterio de iniquidad, que no he podido penetrar (2); pero de una prueba clara de que en aquel torbellino que nos rodeaba en Cádiz, había muchos, diestros agentes de las máximas republicanas y el democratismo: y así, todas las especies que por diferentes caminos llegaban á la Regencia, conspiraban á persuadirla que el público estaba consentido en que no habria más convocatoria que la popular, y recibiría mal otra en que se llamasen los brazos.»

¡Estupenda noticia! ¿Y qué era lo que se llamaba el público en Cádiz? Y ese público, reducido á unas cuantas docenas de masones impíos, parásitos ambiciosos, cobardes metidos allí por no estar con un fusil, charlatanes de lógia y de café, ¿era antes que toda España y que todo el clero y la grandeza, que sacrificaban sus bienes y fortunas en el campo del honor? ¿Y tenía derecho la Regencia á falsear el fuero y código tradicional de España, que desde el siglo VI al XVIII inclusive llamaba á las Córtes á los Obispos y á los magnates? Lo que hizo la Regencia por debilidad y falta de prudencia, al reunir aquellas Córtes fue un atentado contra la verdadera Constitucion histórica y secular de España. Su ignominiosa caída fué un castigo providencial; que así paga siempre el diablo á quien le sirve. Las mismas Córtes ilegales y anticonstitucionales castigaron duramente á la Regencia el mismo dia en que se instalaron. ¡Era cuanto le podia suceder!

El primor acto de las Córtes de Cádiz fué un perjurio, una perfidia y una grosera ingratitud. Ya la noche del 23 de

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(1) Páginas 17 y 18 del citado Manifiesto del Sr. Lardizábal.

(2) ¡Ay. maese, maese, cuán ciego es aquel que no vé por tela de cedazo! cumo decía D. Quijote al barbero de su pueblo.