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mente con su aire majestuoso, y respondia á todas mis preguntas con una precision y una claridad que indicaban gran presencia de espíritu. Todo su exterior tenía un no sé qué de caballeresco. Yo le di á un oficial de Estado Mayor para que le sirviese de guía a través de las montañas. Supe la tarde de aquel mismo dia que este guia habia intentado extraviar á una columna: concibiéronse sospechas, y se le encontraron bajo su traje instrucciones secretas, dadas por el general español Cuesta. Fuí á su calabozo. Habia sido condenado á muerte, y se mostraba resignado. No me pidió otra cosa sino lo que necesitaba para escribir á su mujer y á sus hijos. Llamábase Santa Croce (1). Despues de esto me dió la mano, hizo el tacto masónico; y, cuando reconoció que yo era hermano, me dió el nombre de libertador. Me dirigí en seguida á mi mayor el baron Jamin, á quien hice presente en términos persuasivos lo que acababa de pasar, y tuve la felicidad de excitar sus simpatias.—«Seguidme, dijo; vamos á encontrar al general Varrois y escogitemos los medios de salvar á ese desgraciado.»—Repetí la relacion al general: éste se apresuró á presentarse al mariscal Víctor, de donde no tardó en volver anunciándonos que el español no debia ser juzgado por un consejo de guerra, sino que se le debia considerar como prisionero ordinario. Hé aquí lo que yo he leido en un periódico inglés: en el número de los españoles que han prestado los más eminentes servicios d su patria, es preciso contar al célebre Santa Croce, que, despues de haber estado encerrado en la ciudadela de Ceuta, habla tenido la dicha de escaparse.»

Pero ¿acaso los franceses llevaban sus presos á Ceuta? ¿Y qué personaje célebre y de eminentes servicios es éste, que nadie conoce ni para nada se cita en las historias de aquel tiempo? Gyr comenta este suceso como un acto de traicion contra Francia; pero no debía apurarse por eso, pues parece uno de tantos cuentecillos masónicos, para gente de ancha tragadera.

El tercer hecho de este género, relativo á la guerra de la Independencia, corresponde á la batalla de Salamanca, que nosotros llamamos más comunmente de los Arapiles (2). «Los dos ejércitos francés y español se encontraban frente á Salamanca: un regimiento francés habia formado el cuadro, pero apenas se ejecutara esta evolucion, cuando las balas de fusil y de cañon comenzaron á llover sobre él. El jefe Dupuy es herido mortalmente; pero por salvar el resto

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(I) O Pedro Fernandez, que era más castellano, pues el apellido Santa Croce es italiano.

(2) Latomia, tomo II, pág. 169: también lo reproduce Gyr, pág. 167 de la traduccion española.